TeMaS PROFeSiOnaLeS
espartanos no acudieron en ayuda de los melienses, como habían anticipado los
atenienses, lo que les llevó a pagar sus ilusiones con su propia existencia.
La guerra como herramienta de los imperios
Las enseñanzas de Tucídides con respecto a la guerra son variadas y abarcan
diversos ámbitos. Así, en una primera aproximación a su propia declaración,
afirma:
«Antes de comenzar la guerra pensad cuán grande es y de cuanta importancia;
y los daños y peligros que os pueden seguir, porque en una larga
guerra hay muchas fortunas y azares de que al presente estamos libres unos y
otros, y no sabemos cuál de las dos partes peligrará. Ciertamente los hombres
muy codiciosos de declarar la guerra hacen primero lo que deberían hacer a la
postre, trastornando el orden de la razón, porque comienzan por la ejecución y
por la fuerza, que ha de ser lo último y posterior a haberlo muy bien pensado
y considerado; y cuando les sobreviene algún desastre se acogen a la razón.»
Argumentación que refuerza posteriormente al afirmar que «... hay dos
cosas muy necesarias para la guerra, el orden para saber prevenir y evitar los
peligros, y el esfuerzo y osadía para poner en ejecución lo que la razón y
discreción les mostrase».
La prevención de los peligros venideros es una constante en la obra de
Tucídides: «No olvidéis que lo mejor que un hombre puede hacer es prever el
peligro antes que venga, como si lo tuviese delante»; aspecto que también
proporciona una variada argumentación a favor de la guerra de carácter
preventivo, basada en el previsible desarrollo de los acontecimientos y su
influencia sobre los intereses propios y también sobre el empleo de alianzas
con otros aliados en el ámbito de la seguridad: «Y si alguno hay entre vosotros
que piense que el mal que ocurriese al otro, no siendo su vecino cercano,
está muy lejos de él, que no le podrá́ tocar el mismo daño y desventura, y que
no es él de quien los atenienses son enemigos, sino solo los siracusanos, siendo,
por esto, locura exponer su patria a peligro por salvar la mía, le digo que
no entiende bien el caso, y que ha de pensar que defendiendo mi patria defiende
la suya propia tanto como la mía, y que tanto más seguramente, y más a su
ventaja lo hace teniéndome en su compañía antes que yo sea destruido y
pueda mejor ayudarle».
Al referir la arenga de Hipó́crates, capitán de los atenienses, antes de
emprender la campaña contra los beocios, añade: «No imaginéis que con
causa injusta venís a poneros en peligro en tierra ajena; porque la guerra que
hacemos en ésta es por seguridad de la nuestra, y si somos vencedores, no
volverán jamás los peloponesios a acometernos en nuestro territorio».
936 Junio