medios de estiba necesarios, para colocarlas
en los soportes dispuestos en altura, adecuados
para esa finalidad.
L. C. R.
25.168.—Accidente de Buzo
Uno de los más espeluznantes
accidentes que
sufrían los buzos era el
conocido como «golpe de ventosa», que se
producía cuando el aire que recibía a presión
desde la superficie, y que contrarrestaba a la
que existía en el exterior, quedaba interrumpido
por causas fortuitas.
En ese momento, sólo la cabeza, gracias a
la escafandra, estaba protegida de la demoledora
fuerza de la presión, por lo que se
producía el fatal efecto, que hacía que literalmente
el cuerpo estallara y que todas las
vísceras y tejidos blandos del cuerpo fueran
aspiradas por el casco de bronce, quedando
fuera de él un esqueleto sanguinolento.
Se cuenta que en Bristol (Inglaterra) se
enterró una escafandra conteniendo la materia
orgánica de un infortunado buzo que había
sufrido este tipo de accidente.
Uno de estos accidentes ocurridos en
España tuvo lugar en aguas de Malgrat en
1943, cuando los buzos Francisco Llera
García y Juan Díez Molina, pertenecientes a
la «Comisión de la Armada para el Salvamento
de Buques», que trabajaban en una
profundidad de 30 m en las labores de recuperación
de la valiosa carga del Ciudad de
Barcelona, que había sido hundido durante la
Guerra Civil por el submarino General
Sanjurjo, les fueron cerradas por error desde
la superficie las válvulas de su suministro de
aire.
A. A. A.
25.169.—Plagas
Dos de las plagas más
molestas e insalubres
que a lo largo de la historia
han sufrido nuestros marinos ha sido la
de las ratas y las cucarachas.
En el siglo xIx el medio más efectivo
para acabar con ellas era emplear lo que se
denominaba como el «humazo». Para ello
había que sacar del buque todos los pertrechos
posibles y por supuesto los víveres; y
una vez hecho esto cerrar los portillos y escotillas.
En la bodega se preparaban uno o
varios hornillos donde se procedía a calentar
el mercurio. El vapor desprendido conseguía
matar todo bicho viviente, incluso las cucarachas…
pero… existía un problema: no acababa
con los huevos de los insectos, por lo que
al poco tiempo volvían a aparecer en gran
número.
En el caso de las ratas, muchas veces el
mando ordenaba su «caza» estimulando la
inventiva de los marineros con premios,
como así sucedía ya bien entrado el siglo xx
en el cañonero María de Molina según el
testimonio del que fuera capitán de navío
Manuel Espinosa Rodríguez cuando embarcó
en él de alférez de navío. Se pagaba del fondo
económico del buque a real por roedor. Otro
testimonio de este problema nos lo aporta el
que fuera capitán de fragata, y uno de los
primeros pilotos de la Aeronáutica Naval,
Antonio Núñez Rodríguez, que en sus memorias
hacía una referencia en este sentido sobre
el crucero Cataluña hacia el año 1919:
« … muy viejo, donde había muchas ratas».
A. A. A.
MiSCeLÁnea
976 Junio