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469 unidades sin reponerlas. Bien es cierto que la mayoría provenían de la
Segunda Guerra Mundial y estaban muy cerca del final de su vida operativa,
por lo que serían repartidas entre los aliados, lo que supuso en el caso de
España recibir un portaviones de escolta, cinco destructores FRaM, cuatro
submarinos Guppy, once buques anfibios de diversos tipos y cuatro dragaminas
oceánicos MSO, entre otros, que sirvieron para llevar a la Armada a la década
de los 70, cuando aún conservaba buques y submarinos anteriores a la Guerra
Civil, y sin menoscabo de su presupuesto. Naturalmente, aquel comentario no
le gustó nada a Nixon, que estuvo a punto de cesar a Zumwalt, pero como se
retiraba a los pocos días prefirió no causar un escándalo nacional dada la gran
popularidad del joven e innovador almirante, cuyo delito había sido defender
a la Marina diciendo públicamente la verdad.
En 1980 llegaba al poder un carismático presidente republicano, Ronald
Reagan, con una US Navy que en 1987 contaba con 594 buques, con muchos
desguaces previsibles por la proa y con una Flota soviética cada vez más fuerte
gracias a los programas navales del almirante Gorchskov, mediante los que
se construyeron unos 300 submarinos para patrullar todos los mares. Por todo
ello, el secretario de Defensa, Caspar Weinberger, apoyado por el de Marina,
John F. Lehman, lanzó un plan para mantener de forma estable 600 unidades
Destructor USS Gallagher en avante toda.
902 Junio