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nivel mundial, pero muy por debajo de los de Estados Unidos y
China—, su base económica no se corresponde con semejante nivel
de gasto a largo plazo. Según el Banco Mundial, el PIB de Rusia
(1.578 billones de dólares) es inferior al de Italia (1.935) y algo
superior al de España (1.311). Esto genera serias dudas sobre su
sostenibilidad, y sobre los efectos nocivos que podría tener para el
régimen la continuidad de un gasto desproporcionado en Defensa:
recordemos que los sistemas zarista y soviético terminaron cayendo,
entre otros motivos, por excesos continuados en gasto militar.
Las Fuerzas Armadas rusas han mejorado sustancialmente desde la Guerra
de Georgia de 2008 en modernización de materiales, elevado nivel de disponibilidad
de algunas unidades, entrenamiento y experiencia en combate en
Ucrania y Siria. En Ucrania han realizado un buen empleo de armas combinadas
con carros, vehículos de combate de Infantería, artillería de largo alcance
y drones. Siria ha sido también un campo de pruebas de drones, guerra electrónica,
sistemas de comunicación, municiones guiadas, etc. No obstante,
comparado con el conjunto de las Fuerzas Armadas OTAN, sigue estando en
seria desventaja (Giles, 2017). Esta debilidad estructural explica, por un lado,
el recurso a esas estrategias multidimensionales en la zona gris —un enfrentamiento
militar abierto con la OTAN sería catastrófico para todos, incluida
Rusia—. También permite entender los alardes de su supuesto poderío militar,
su calculada actitud beligerante y las cada vez más frecuentes alusiones al
armamento nuclear en sus documentos estratégicos y en las declaraciones
públicas de sus líderes, que es en último término lo que garantiza el estatus de
Rusia como gran potencia militar. A partir del año 2000, la doctrina nuclear
rusa contempló su empleo como respuesta a agresiones militares a gran escala
de carácter convencional, no necesariamente nuclear (Schneider, 2006: 20).
Una década más tarde, en la actualización de 2010, el umbral de empleo se
bajó a todo aquello que amenazase la existencia del Estado, sin excluir
guerras locales. Finalmente, en 2014 el componente nuclear perdió protagonismo
frente a otras herramientas de coerción de carácter económico, político
y militar convencional (Pulido, 2019). Aunque muy probablemente no estén
dispuestos a recurrir —salvo en circunstancias verdaderamente excepcionales
y graves— a su arsenal nuclear, sí es comprensible desde dicha lógica que
traten de convertirlo en un instrumento político (Giles, 2016: 22-23).
Líneas de acción estratégica rusas de carácter no militar en la región
báltica
Rusia trata de incrementar su influencia sobre los países de la región
mediante el conflicto en la zona gris con el fin de defender los intereses y
918 Junio