TeMaS PROFeSiOnaLeS
alcanzar los objetivos expuestos en el epígrafe anterior. Para ello se sirve de
distintas líneas de acción estratégica. Pero antes de pasar a analizarlas es
importante resaltar lo siguiente: en opinión de algunos autores (Cohen &
Radin, 2019: 13-14), la estrategia rusa no se basa en una lógica causal clara.
No conoce de antemano los efectos exactos de sus acciones y, por tanto, estas
no siguen una hoja de ruta detallada con metas intermedias y objetivos finales
bien definidos. Por el contrario, adopta un enfoque no lineal, llevando a cabo
múltiples acciones de manera simultánea, confiando en que algunas de ellas,
en combinación con hechos fortuitos, generen oportunidades que puedan ser
aprovechadas por Moscú. Es decir, el apoyo ruso a un partido de extrema
derecha en Francia o en Hungría no va a socavar la cohesión de la OTAN o de
la Unión Europea, pero esa acción, combinada con otras medidas y coincidiendo,
por ejemplo, con la aparición de una figura carismática extremista en
otro país, puede acabar generando ventanas de oportunidad favorables a sus
intereses. Michael Kofman (2017) lo compara por analogía al enfoque empresarial
de muchas startups: «falla rápido, falla barato y ajusta», priorizando la
adaptación al entorno sobre la implementación de estrategias estructuradas.
Moscú tiene claros los fines y medios, y prima la flexibilidad en los modos:
los logros generan nuevas oportunidades para alcanzar otros éxitos; a su vez,
los fracasos no son completos y permiten maniobrar y adaptarse. En paralelo,
este enfoque se combina con la «paciencia estratégica» de las élites rusas.
Afrontan los costes del presente con la expectativa de que a largo plazo alcanzarán
sus objetivos (Solovey, 2019).
Este modo de entender la estrategia rusa es sugerente porque se ajusta a
la complejidad real de los procesos sociales y a la imposibilidad de crear
modelos teóricos que incluyan todas las variables clave, y que en consecuencia
permitan predecir el desenlace de los acontecimientos (Taleb,
2008: 58-59). A partir de esta premisa, la estrategia plantea múltiples acciones
en diversos registros, con la expectativa de que alguna —o una combinación
de ellas—genere acontecimientos altamente improbables por
senderos difíciles de predecir. Cuantos más caminos se abran, más probabilidades
hay de que ocurra lo inesperado. Pero el problema en lo relativo a la
estrategia rusa es que no contamos con documentos oficiales, u otro tipo de
evidencias, que prueben que esta es la lógica subyacente en el modo
de proceder de Moscú. Tampoco existe la llamada «doctrina Gerasimov»,
pues Rusia no ha oficializado las ideas que planteaba su jefe de Estado
Mayor General como respuesta a las estrategias multidimensionales de
Occidente (Colom, 2018).
No obstante, las estrategias de los Estados se pueden inferir a partir de
patrones de conducta, no necesariamente de documentos explícitamente estratégicos
(Silove, 2018: 43-45). Y en este caso las acciones rusas parecen
encajar con una estrategia no lineal, oportunista y adaptativa. Pero esta interpretación
es por el momento meramente especulativa. Para complicar más las
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