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Zona de despliegue de la AGT Madrid 43 Bosnia-Herzegovina, lo que dificultaba la maniobra logística al necesitar continuas autorizaciones de paso fronterizo y de movimiento por las zonas (doy fe de que, por ello, nos pararon muchísimas veces durante horas o impidieron el paso de nuestros convoyes). También dificultaban esta maniobra las largas distancias existentes entre los escalones de mantenimiento (de Divulje a Jablanica había 290 kilómetros); la destrucción de algunos puentes que impedían el paso normal de los convoyes de ayuda humanitaria que protegíamos en su camino hacia Sarajevo y que, por tanto, obligaba a utilizar otras rutas batidas por el fuego de los tres bandos; la montañosa orografía que acompañaba en su curso al río Neretva, con carreteras de montaña en las que en determinados tramos solo podía pasar un vehículo (este hecho provocó que en más de una ocasión se anularan los convoyes o se retrasara un día su marcha de regreso y tuvieran que pernoctar en los destacamentos de destino o fuera de ellos en plena zona de combates); el crudo y frío invierno que, con la llegada de las nieves, dificultaba aún más los movimientos por carretera; la escasez de recursos locales, que obligaba a mantener unas reservas alimenticias permanentes y a depender del apoyo exterior, tanto de Naciones Unidas como nacional; y, por último, la generosidad y cariño de las familias, que obligaba a mantener un difícil equilibrio entre la carga en los aviones de «paquetes humanitarios » y los muy necesarios repuestos para los BMR, sobre todo para las ruedas pinchadas por los disparos o la metralla de los morteros. En la ruta del Neretva, el legendario río de aguas azulinas que discurría a lo largo de nuestra área de operaciones en Bosnia-Herzegovina, se encontraban en litigio las tres facciones existentes: los bosnio-serbios (etnia que, según el censo de abril de 1991, constituía un 31,2  %), cuyo ejército (VRS) estaba nutrido de fuerzas procedentes del antiguo ejército yugoslavo, bien instruidas y con los mejores materiales de combate y que, además, eran apoyadas logística y armamentísticamente por Serbia; los bosnio-croatas (17,4  %), cuyo ejército, perteneciente al Consejo de Defensa Croata (HVO), estaba formado con personal procedente de la antigua policía yugoslava, instruidos, con buenos materiales militares y totalmente apoyados por Croacia; y los musulmanes bosnios, más conocidos como bosníacos (43,5  %) y también llamados despectivamente por algunos con el apelativo de los turcos, cuyo ejército (BiH o Armija), comandado por profesores, arquitectos o ingenieros hábiles en el combate, estaba formado con las prácticamente desarmadas unidades de la Defensa Territorial y voluntarios organizados, como los llamados guerreros santos (muyahidines). La entrada de estos a la zona de operaciones fue debida a que el embargo de armas a la antigua Yugoslavia había dejado a los «bosníacos» en la peor situación de los tres, razón por la que, «a principios de agosto de 1992, el ministro de Asuntos Exteriores bosnio, Haris Silajdic, visitaría varios países musulmanes en un intento por conseguir su apoyo a la causa»2. Quizás fuese esta una de las razones por la que los Estados Unidos apoyasen, al menos con el suministro de armas, a los «bosníacos». Oficialmente estaba acordada la apertura de un corredor humanitario entre Mostar y Sarajevo, así como la garantía de paso a los convoyes de ayuda humanitaria enviados por la Agencia de la ONU para los refugiados (ACNUR). Sin embargo, tras el fracaso del segundo Plan de Paz presentado a principios de  1993, conocido como Plan Owen, los bosnio-croatas y los «bosníacos» se estaban matando por un lado en Mostar y por otro en la zona de Jablanica, donde se encontraba la Bolsa croata de Konjic. En Sarajevo los serbio-bosnios hacían de las suyas, lo que dificultaba poder utilizar el aeropuerto para el abastecimiento de ayuda humanitaria, y en Stolac controlaban el flujo de los convoyes humanitarios. Nuestra entrada en la zona, en septiembre de  1993, coincidió con el tercer intento de paz (negociado a bordo del portaviones británico Invencible, de donde toma el nombre) que, tras su aceptación por todas las partes, fue rechazado por los «bosníacos» ante el temor de quedar aislados como nación. Poco más de un mes más tarde, el 9 de noviembre, a las 10:15 horas, un carro de combate croata volaba el famoso Puente Viejo otomano (Stari Most), que dejó de ser el símbolo de la ciudad para pasar a ser un símbolo del conflicto. Como el lector habrá podido apreciar, no era el tablero de juego en que cualquiera quisiera jugar; sin embargo, sí que era el idóneo para poner en práctica todas las enseñanzas recibidas durante tantos años de dura preparación. EL DESPLIEGUE El aeropuerto de entrada en zona de operaciones se encontraba en


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