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Revista_Ejercito_940

El general Prim en la guerra de África, obra de Francisco Sans i Cabot 91 En el Palacio de Buenavista, sede del cuartel general del Ejército y edificio histórico que en su momento perteneció a la goyesca duquesa de Alba, enclavado en el mismo corazón de la capital dominando la Plaza de Cibeles, hay una llamada zona noble que atesora diversas joyas, cuadros y hermosos cartones de tapices de Goya, bronces de Benlliure, mobiliario histórico y sucesos para llenar mil páginas, entre ellos los momentos finales del general Prim, héroe de cien gestas y batallas, por aquel entonces jefe de Gobierno y que venía de ser mortal y traicioneramente atacado en la cercana calle del Turco, que ahora lleva el nombre de Marqués de Cubas. Eran tiempos difíciles para España y Prim, que había liderado la conocida como revolución gloriosa en 1868, tras expulsar a Isabel II de España había reconducido el país hacia una monarquía constitucional a cuyo frente, tras muchas discusiones, se había acordado elevar al trono a Amadeo de Saboya como rey de España. Entre los detractores, seguramente, debían encontrarse los instigadores del magnicidio, nunca esclarecido pero que muchos endosan al principal perjudicado, el duque de Montpensier, cuñado de Isabel II y convencido de sus derechos al trono. En la Sala del general Prim en el palacio de Buenavista cuelga un hermoso cuadro de Francisco Sans i Cabot, La batalla de Tetuán En una de las salas del palacio, la que lleva el nombre del héroe, cuelga un hermoso cuadro de Francisco Sans i Cabot, La batalla de Tetuán, justo encima del sofá donde inicialmente se recostó Prim después de subir por su propio pie la monumental escalera del palacio, herido ya de muerte, y ser recibido por su esposa y su compañero de pronunciamiento, el almirante Topete. Este cuadro lo custodia el Ejército como una de las más preciadas joyas de las muchas que allí se encuentran. Hay, además, un retrato de medio cuerpo del general y diversos ornamentos, así como una enorme alfombra en tonos suaves que parece hacer juego con los papeles de seda que visten las paredes del salón. El conjunto produce una indudable sensación de calma. En el cuadro, de gran formato (190 x 321 cm), el pintor logró una extraña combinación de dinamismo y exaltación guerrera. Tiene un especial valor, puesto que Sans i Cabot, al contrario de Mariano Fortuny, que participó comisionado en la expedición militar y realizó una colección de pinturas de gran valor que quizás peca de cierta exaltación institucional, tuvo que trabajar mediante referencias de terceros, tanto gráficas como verbales, y por ello su cuadro de la batalla tiene unas características particulares, entre ellas, y de especial importancia para nosotros, el hecho de presentar al observador personajes en primer plano que habitualmente solo cumplen el papel de figurantes, como a nuestro corneta Cinto. Sans i Cabot retrata el momento cumbre de la batalla: en el centro, rodeado de enemigos, Prim, a caballo, blandiendo su sable contra quienes lo rodean, sobresale como eje central de la escena. En todo su entorno se combate cuerpo a cuerpo; terreno patrimonial de la infantería y momento en el que siempre acaba por decidirse la suerte de la batalla. Lo más duro, el cruce de un pequeño pantanal y el ulterior asalto a las trincheras marroquíes a la bayoneta calada ya


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