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Revista_Ejercito_940

Choque de la infantería marroquí y la española durante la batalla de Tetuán (1870), obra de Vicente Palmaroli. Museo del Ejército (Toledo) 93 Verdaguer cuando, acompañado por dos escuderos, trepó al Aneto por primera vez por la vía que desde entonces se conoce como la vía de los Descalzos, así nombrada por el estado en que, tras horas de trepa por los graníticos peñascos del macizo, quedaron las espardeñas. Los voluntarios catalanes habían llegado el día antes de la batalla, cuando la campaña ya llevaba un tiempo de desarrollo y, sobre todo, había tenido lugar la batalla de los Castillejos, ocasión en que el conde de Reus, ya glorioso, había alcanzado la inmortalidad con su gesta cargando, bandera en brazo, contra el enemigo superior en número y a punto de desbordar las líneas españolas. La hazaña le valdría al héroe el título de marqués de los Castillejos, y no era para menos. La estrategia de O’Donnell de avanzar por el norte desde Ceuta, apoyándose en la flota para los fuegos artilleros y la logística, se había probado tremendamente peligrosa con la llegada de un fortísimo temporal de levante. El arrojo de Prim, una vez más, resultó fundamental para el futuro de la campaña. La guerra de África había producido una gran exaltación en toda España y también en una Cataluña que había reaccionado armando un batallón de voluntarios que portaban un uniforme particular que los distinguía de las tropas regulares La guerra había producido una gran exaltación en toda España y también en una Cataluña que, ante los pedidos de Prim, natural de Reus, y por el temor de que el ejército regular no fuese suficiente, había reaccionado armando un batallón a expensas de la Diputación de Barcelona y por eso la unidad, al mando del reconocido teniente coronel Sugrañés, estaba formada por voluntarios que al igual que el batallón vascongado portaban un uniforme particular que los distinguía de las tropas regulares. La famosa arenga del general Prim previa a la batalla de Tetuán, arenga pronunciada en catalán y en la que el bravo general apela al honor y la gloria de Cataluña, tendría lugar en aquella ocasión y caería sobre corazones abonados para las grandes hazañas. En los campos de Tetuán, pese a la preparación artillera y ante la aparición de una imprevista zona pantanosa, cayeron muchos anónimos voluntarios, entre los primeros su propio jefe, el teniente coronel Sugrañés, donde fue doblegada la brava resistencia marroquí solo por medio de un sangriento cuerpo a cuerpo.


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