la humanidad de la mano de Elcano. Se habían alcanzado las Molucas, establecido cordiales relaciones, cargado las preciadas especias y era el momento de regresar. Entonces, el capitán de la Victoria, una de las dos naos aún operativas, decidió volver por el oeste, más allá de las rutas portuguesas. Se despidieron de la Trinidad, la otra superviviente, y pusieron rumbo a la eternidad. Cuadro: Augusto Ferrer-Dalmau
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