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45 tanto por parte del Gobierno como por parte de Primo de Rivera o por la de sus compañeros de otras armas o cuerpos». El día 4 de enero de 1927 se iniciaron las clases en la Academia de Artillería en un ambiente de extrema frialdad y tensión entre los alumnos que habían asistido al «sitio» de la Academia en septiembre del año anterior y el nuevo profesorado, que había sido designado con la condición primordial de ser adicto al gobierno de Primo de Rivera; toda vez que los que estaban de profesores durante el «sitio» no pudieron solicitar su reingreso por haber sido procesados y tuvieron que esperar al 31 de diciembre de 1926, fecha en la que se extinguieron las responsabilidades pero en la que el cupo de profesores ya estaba cubierto. La consecuencia fue que la corriente de simpatía entre los alumnos y sus antiguos profesores era solo proporcional al notorio desafecto hacia los actuales, lo que unido a la creencia de que la dictadura era el origen de todos los males del cuerpo, redundaba en una pérdida creciente de afecto hacia la monarquía que, según ellos, no hacía nada para evitar esta situación. Dispuesto a rebajar tensiones y conseguir la armonía entre profesores y alumnos, el día 21 de agosto de 1927, Primo de Rivera decide presidir en Segovia los actos de Entrega de Reales Despachos a los nuevos tenientes de artillería. En la mañana de ese día se traslada a la ciudad del acueducto acompañado del capitán general de la VII Región Militar, Gil Dolz, del ministro de Instrucción Pública, Sr. Callejo (no olvidemos que los tenientes de artillería formados en la Academia de Segovia recibían también el título de ingenieros industriales) y del jefe de la sección de artillería del Ministerio de la Guerra, el general Gardoqui. El Memorial de Artillería dice que fue un acto solemnísimo y cordial; sin embargo, el general Vigón manifiesta que «Primo de Rivera habló a los alumnos sin encontrar eco en sus corazones». En un momento del acto, parece ser que don Miguel preguntó al coronel don Carlos Sánchez Pastorfido, director de la Academia, si los alumnos habían firmado el tradicional «compromiso» y oyó con satisfacción que no, lo cual no era cierto, pues el número uno de la promoción ya se había encargado de recoger en unos pliegos de papel de barba las firmas de todos los promovidos a tenientes de conformidad con la fórmula de 1891 y las tenía guardadas con la mayor discreción y reserva. Los nuevos tenientes de artillería, al abandonar las aulas segovianas donde se habían formado, a buen seguro que llevarían ya para siempre impreso en sus corazones con la tinta indeleble del amor al cuerpo estos versos que aprendieron durante su estancia Tractor de artillería Pavesi P4 remolcando un obús Schneider 155/13 modelo 1917. San Sebastián, 1934


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