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F-22 a plena postcombustión. (Imagen: USAF) ejemplo, los Phase Enhancements que están planificados para el programa Eurofighter, algunos de los cuales ya se han implementado, con pleno éxito. El momento histórico actual está dibujando un nuevo escenario político, en el que la hegemonía de Estados Unidos como superpotencia está viéndose amenazada tanto por la cada vez más prominente China como por el aparente resurgir de Rusia, equipando sus distintas armas con activos de diseño y fabricación propios de última generación, más concretamente, y en lo que respecta al arma de aviación, desarrollando e incorporando al servicio según su capacidad y nivel de madurez tecnológico, aviones de la llamada quinta generación, término acuñado en la década de 1990 inicialmente con fines propagandísticos/comerciales y que definía a un avión furtivo (stealth) y capaz de desarrollar tanto capacidad supercrucero como poseer supermaniobrabilidad. La entrada en servicio del J-20 chino y la reciente reanudación de la producción del Su- 57 ruso, así como el enorme avance en términos de sistemas de búsqueda y seguimiento de objetivos y de guerra electrónica, está demostrando la obsolescencia a nivel mundial de ciertos activos que forman parte del arsenal de diversas fuerzas aéreas, la mayoría diseñados en la década de 1970. Por ello, en la actualidad, el objetivo es, o bien la adquisición de un avión de quinta generación ya existente o bien encauzar los esfuerzos en el desarrollo a medio plazo de uno propio, todo ello mientras la sexta generación da sus primeros pasos en el momento de escribir estas líneas, alternativa a la que cada vez más países están optando, con el obvio objetivo de la adquisición de una tecnología, en términos completos, State of the Art. 762 REVISTA DE AERONÁUTICA Y ASTRONÁUTICA / Octubre 2019


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