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JOSÉ ANDRÉS ÁLVARO OCÁRIZ Moyúa, cubierto de sudor helado, vuelve los ojos al sangriento lío, y al ver de muerte al Comandante herido, le falta a un tiempo el ojo y el sentido. En sus brazos Churruca le sostiene, él sostenido de otros y olvidado del dolor acerbísimo, mantiene el rostro muy sereno y alentado; y cuando del letargo el otro viene, le dice: «¡Moyúa, amigo! si he tardado no culpéis mi amistad... tomad mis brazos que ya son de igual gloria dignos lazos. »¡Amigo!, ¡se cumplieron nuestros votos!, ¡doy por mi rey la vida!... lo he jurado... triunfan los ingleses; pero rotos; y de honor nuestra gente se ha colmado. Acordarán los tiempos más remotos el valor con que amigo hemos peleado... ea... a morir... ¡Adiós! que es más glorioso que ser esclavo vil y vergonzoso». Se abrazan, y volviendo su semblante a un amigo la mano da diciendo: «¡Adiós! Diréis a mi consorte amante, que así como viví, muero creyendo: muero con gloria sin morir triunfante: y a la que siempre amé, muero queriendo. Se lo diréis... ¡adiós!» le dijo, y luego la mortal palidez le dejó ciego. josé de Mazarredo, desde su destierro en Pamplona, dirige varios escritos a Godoy para reclamar una pensión en beneficio de la familia de Moyúa: «Mi venerado Generalísimo, Señor: Tal vez conservará V. E. en su memoria que ha poco menos de tres años que dirigí a sus manos un clamor de mi sobrino, don Francisco de Moyúa, por su exclusión de la promoción reciente, el agravio en que se consideraba y le juzgaba todo el Cuerpo de la Armada. Sus penas por gestiones sucesivas, nada pudo bastar a que se abatiese. Me decía: “El concepto y estimación de mis jefes y de mis compañeros me vale por todos los ascensos”. Don Cosme de Churruca y él eran dos amigos que no se querían separar. Corrieron juntos el camino de la gloria y tuvieron casi en unos mismos instantes una propia suerte, la de no sobrevivir a ella. No necesita Churruca mi elogio ni haré el de mi sobrino. Sus hermanos don Ramón, teniente de navío, y don joaquín, alférez de navío, no le desmentirán y eso me consuela en su pérdida que la naturaleza debe hacerme llorar, bien que aún lo sienta por la que refluye en el servicio del rey en la de mi buen oficial de Marina. 120 REVISTA DE HISTORIA NAVAL Núm. 146


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