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JOSÉ ANTONIO TOJO RAMALLO fila, haciendo cola había un niño de doce años. Se llamaba Ramón Soto Casanova. Sus padres habían sido asesinados en Cuba por las tropas rebeldes, y él terminaría siendo acogido como corneta en el Infanta M.ª Teresa. Era el preso más joven23. Acompañando al grueso de su marinería y velando por su bienestar, Cervera decide dejar en Isla Seavey a un oficial de cada uno de los buques de su extinta flota. Del Vizcaya queda en tierra el teniente de navío Antonio Mogaz; del Infanta M.ª Teresa, Fernando Bruquetas; Adolfo Calandria lo hará en representación del Oquendo; Antonio Cal, del Cristóbal Colón, y el alférez Carlos Boado y el guardiamarina Enrique Morris, en nombre de los torpederos. El teniente Francisco Batista formará parte del grupo representando al Ejército. Quedan asimismo, y por razones evidentes, los doctores Salvador Guinea, Alejandro Lallemand y Gabriel Montesinos, y los capellanes Matías Biesa y Antonio Granero24. Proximo a la desembocadura del río Piscataqua, a medio camino entre Portsmouth (New Hampshire) y Kittery (Maine), el campo de prisioneros de Isla Seavey había sido habilitado en un tiempo récord con todos los servicios básicos disponibles. En su interior se habían erigido once largos barracones de forma rectangular, paralelos entre sí, numerados y construidos con madera de pino, acompañados de otros dos de menor dimensión, uno de ellos situado en un extremo, destinado a los mandos intermedios, y otro perpendicular, para uso de la oficialidad. A cierta distancia del conjunto se erigía un gran comedor –con diferencia, el edificio de mayores dimensiones–, abierto por completo en varios de sus laterales, que albergaba 21 hileras de mesas y bancadas con capacidad para varios cientos de individuos. Entre este y los alojamientos se encontraba la cocina, con sus siete chimeneas características elevándose por encima del tejado y veinte cocineros diariamente asignados a su cargo, y tras ella, dos pequeñas letrinas y un cuarto de aseo levantado sobre el agua, al que se accedía a través de una rampa. Rodeando el perímetro se emplazaban ocho garitas de vigilancia, y anexos al campo, al otro lado de la alambrada, un barracón para los guardias25 –con prisión incluida– y un pequeño hospital con capacidad para sesenta enfermos completaban el conjunto. Cada internado disponía de una cama, un colchón y dos mantas en el interior de los barracones26. El 16 de julio, Cervera y buena parte de su plana mayor desembarcaban por fin en Annapolis. El S.t Louis se había visto obligado a retrasar veinticuatro horas su salida a causa del mal tiempo, pero tras un viaje sin mayores (23) ESCRIGAS RODRíGUEZ(b), p. 918. (24) RISCO, p. 211. (25) The New York Times, 10 de julio de 1898, p. 2. Sumaban un total de 125 hombres, todos ellos del cuerpo de marines. En conjunto contaban con armamento ligero, varias ametralladoras, seis cañones Gatling estratégicamente situados en torno al campo y una estación de señales. (26) New York Tribune, 17 de julio de 1898, p. 33. 18 REVISTA DE HISTORIA NAVAL Núm. 146


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