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Marcelino Ramírez García (1864-1940) veterinario militar y médico: precursor del concepto... Figura 4. El Dispensario antituberculoso de La Coruña(17). Sanid. mil. 2019; 75(3)  179 Hemos solicitado repetidas veces ese concurso dirigiéndonos al corazón caritativo de la mujer coruñesa, pero el éxito no ha coronado nuestras aspiraciones. ¿Habrá algún medio eficaz para conseguir que respondan a nuestro llamamiento? Y, lo más grave, es que tampoco está satisfecho de la respuesta de la clase médica: No hay cansancio, no hay desaliento entre nosotros, los que nos hemos ofrecido y hemos aceptado estas tareas, pero somos pocos. Las excitaciones dirigidas a la clase médica no han dado resultado. El despacho de la consulta de veinte, treinta o cuarenta enfermos diarios y los trabajos de laboratorio no pueden llevarse a cabo con el detenimiento y la escrupulosidad debida por uno o dos médicos. Y sin embargo, razones de salud, ausencias inevitables, quehaceres profesionales y otras causas justificadísimas, han producido tales claros en nuestras filas, que la pesada carga ha venido a caer sobre los hombros de uno o dos compañeros, siempre los mismos. Tales debieron ser, mutatis mutandis, las circunstancias modestísimas en que se encontró el Dispensario D. Marcelino Ramírez a su llegada, ocho meses después de esta reunión de mayo de 1915. El Dr. Ramírez estuvo presente y activo, como representante del Dispensario Antituberculoso de La Coruña en los más importantes foros sobre tuberculosis humana de la época. Entre ellos, destacamos la Conferencia de los Médicos de la Lucha Antituberculosa, celebrada en el Colegio Oficial de Médicos de Madrid, del 26 al 31 de mayo de 1924, en la que presentó el proyecto de bases para la organización de la lucha antituberculosa en España, documento que los médicos del dispensario herculino elevaban a la Comisión organizadora y que, al año siguiente, volvieron a presentar en la «Conferencia de la Fuenfría» del 3 al 5 de septiembre de 1925 en el Sanatorio de ese nombre ubicado en Cercedilla (Madrid). También tuvo un papel preponderante en la lucha por la consecución del Sanatorio Antituberculoso de Cesuras que, finalmente, no prosperó. En La Coruña puso una consulta privada en la Plaza de Lugo n.º 10. Publicaciones y labor de Ramírez De la obra de Ramírez espigamos las publicaciones más reseñables. Estas son: su tesis doctoral de 1907, en Medicina, en la que ya se palpa la unicidad de su concepción de la salud, titulada: La tuberculosis bajo el punto de vista de su transmisión recíproca entre los animales y el hombre; manuscrito que publicó en 1908, con el título La tuberculosis desde el punto de vista sanitario, económico y sociológico, añadiéndole una pequeña adenda al capítulo IX, referido al diagnóstico por la técnica tuberculínica mediante: oftalmo, cuti, dermo e intradermorreacción; y el libro Tuberculinodiagnóstico y Tuberculinoterapia, de 1912, que prologó el académico D. José Verdes Montenegro, uno de los grandes tisiólogos españoles que, años más tarde, sería Director General de Sanidad en la II República en 1933. Este libro fue saludado con admiración por la prensa gallega como «necesario para todo veterinario y médico», el mismo año de su publicación, cuatro años antes de la llegada de Ramírez a Galicia. Esto demuestra que nuestro hombre ya era conocido y respetado a nivel nacional antes de incorporarse a su destino coruñés.(17) También son de destacar Diagnosis y Terapia específicas del Muermo en el ganado del Ejército (1916) y Tisiología de la Infancia (1926). Estas últimas ya vieron la luz estando su autor en Galicia. El Dr. Ramírez se alineó siempre con las corrientes científicas más avanzadas de investigación y laboratorio, en el estado de la ciencia en su momento, siendo, en materia de tuberculosis, un «contagionista» convencido, frente a los que defendían el papel preponderante de la herencia, con sus diferentes interpretaciones, en la transmisión de este azote de la Humanidad de distribución universal. Ramírez se empecinó durante muchos años en el tratamiento tuberculínico, reconociendo, eso sí, sus limitaciones, hasta que, en los años finales de su vida profesional, reconoció que la única terapia eficaz en ese momento era el retorno a la medicina preventiva. Cabe decir que figuras nacionales como Verdes o Espina y Capó participaban de la misma opinión, con distintos grados de entusiasmo, en una época de escasas opciones terapéuticas. Esto tuvo que originar fricciones en el propio dispensario, con médicos totalmente opuestos a esta postura como Peña Novo. Mostró siempre un encomiable interés por la cobertura social de la enfermedad para los trabajadores, los pobres y los niños. Es de destacar su artículo, netamente progresista: Seguro social contra la tuberculosis publicado en El Ideal Gallego el 25 de julio de 1924 en la página 15, pocos meses después de haberlo presentado como ponencia a la reunión de «La Conferencia de los médicos de la lucha antituberculosa», del 26 al 31 de mayo de 1924 en Madrid. En su momento recibió, no sin entrar en algunas polémicas, el general reconocimiento de la comunidad científica, siendo merecedor de diferentes premios por sus actividades de toda índole, veterinarias y médicas, civiles y militares que se reflejan en su hoja de servicios. Manteniendo una intensa labor en su doble ámbito profesional, al que se dedicó con inusitado equilibrio, logró moverse en el mismo ambiente científico que otros prestigiosos veterinarios como: García Izcara, Gordón Ordás, Rof Codina, Gallego Canel, (17)  Tomado del Libro La Reorganización Sanitaria en España (1909) Madrid Edit. Ministerio de la Gobernación. Imprenta Alemana. p. 158.


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