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¡Vuelve jodía… vuelve! El protagonista de la anecdota de hoy, acaecido en los últimos años de la década de los cincuenta, es el alférez de la Milicia Aérea Universitaria, Federico Basterra Urigüen. Fedequi –como se le conocía por aquí– era mayor que yo, y por amistad entre familias, –mi tío Miguel estaba casado con Isabel Urigüen– fue en el colegio «mi primo de zumosol». Pariente de «Morrosco» Careaga Urigüen y testigo de las pasadas que con aviones del INTA saludaba al Real Sporting Club, fondeado en el Abra de Bilbao, cuando se escapaba por aquí, se vio atraído por las aviación, ingresó en la MAU con la 7.ª promoción. Tan pintoresco era nuestro protagonista que, en los días de Villafría City se hacía conocer como «capitán de niños malos y traviesos». Tras un primer verano de instrucción y estudio, el segundo fue distinto, ya que bajo la dirección de un capitán apodado el corras, junto a otros tres alumnos, inició el curso de piloto que se le dio muy bien. Luego, en las prácticas, pasó lo que pasó. Pero dejémosle a él que nos lo cuente: «El episodio sucedió en la base aérea de Villanubla, aproximadamente a finales de los cincuenta, yo estaba en periodo de prácticas obligatorias, entre el final del campamento y el término de la licenciatura de Medicina, tras la que teníamos que hacer seis meses complementarios. El caso es que habíamos de volar un mínimo de tres horas y tres cuartos al trimestre, con vales que nos facilitaba el Ejército. Para ello contábamos con Bücker como alternativa, AISA I-11B puestas a disposición de los aeroclub. El caso es que, aquel día por la tarde, a falta de Bücker, tuve que volar la AISA. Recuerdo un vuelo placentero, haciendo las consabidas «faenitas»1 a labriegos, ciclistas y todo lo que encontrara a mi alcance, ya que de los vuelos de «obispo» estaba al cabo de la calle. Una vez consumida la hora pertinente, me volví a la base dispuesto a tomar tierra en la pista de hierba, ya que la de cemento estaban usándola los T-6. Me encontraba en final planeando, cuando sorprendentemente se me paró el motor2, quedando la hélice en bandera. No me alteré lo más mínimo. Mi preocupación, luego de posarme con toda normalidad. era que allí, perdido en medio de la nada, me vieran de la torre y vinieran a auxiliarme. Pasado un tiempo prudencial, que debieron ser unos diez minutos, pero que me parecieron una eternidad, decidí arreglármelas yo solito: a falta de calzos, encajé las ruedas en dos pequeños hoyos del terreno, que siendo de hierba no era un green, coloqué la palanca de mando hacia atrás, sujeta con los atalajes del asiento; bloqueé la barra del mando de gases un poco abierta, y me dispuse a darle yo solito al palo3, a ver si conseguía arrancar el trasto. ¡Y tanto que lo arranqué!, con gran alborozo por mi parte en un principio, que luego se trastocó en angustia, al constatar que la avioneta empezaba a moverse solita; a pesar de ello, notando que lo hacía lentamente, tuve la esperanza de poder llegar a subirme a cabina y controlarla, pero cuando me hallaba rodeando el plano, la condenada tomó más velocidad y ante mi consternación, luego de gritarle ¡Vuelve! jodia….¡, no tuve más remedio que cruzarme de brazos y ver lo que pasaba. Y pasó; la puñetera cogió velocidad suficiente para despegar y como tenía la palanca de mando atrás, sujeta con los atalajes, lo hizo y ¡de qué manera!, ya que ascendió en vertical e hizo una caída de ala debido a la falta de potencia y velocidad y se dio una castaña en picado de mucho cuidao. Entonces sí; llegaron de la torre dando voces como locos preguntándome que había hecho; que si estaba borracho… y otra serie de improperios. Total, que los del aero club me quisieron hacer pagar los daños y no sé qué otras cosas más, pero dado mi s contactos, todo quedó en un arresto simbólico de 15 días sin volar, que en aquellos momentos me pareció un mes de «corrección», pero que, de todas formas, fue un alivio, pensando en lo que me podía haber pasado». Este cronista, no puede olvidar la sonora carcajada que años después –en la Vuelta Aérea de 1961 soltó el entonces coronel Ramiro Pascual, al recordar el careto del interfecto, cuando se le presentó para darle la novedad del «accidente». 1Sin duda se refiere a «pasadas». 2Con baja temperatura exterior, se aconsejaba en el planeo meter calefacción al carburador, puesto que al formarse hielo, podía pararse el motor. 3Se refiere a la hélice. REVISTA DE AERONÁUTICA Y ASTRONÁUTICA / Noviembre 2019 923


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