racional, inteligente y libre, dueño de sí y dueño de sus actos. El ser huma­no en el combate es nuestra preocu­pación fundamental. El punto focal de nuestra actuación es prepararlo (pre­pararnos) para prevalecer en el com­bate y que su victoria colabore efi­cazmente para ganar la guerra, para superar el conflicto, para defender a España. - racional, inteligente y libre, dueño de sí y dueño de sus actos. El ser huma­no en el combate es nuestra preocu­pación fundamental. El punto focal de nuestra actuación es prepararlo (pre­pararnos) para prevalecer en el com­bate y que su victoria colabore efi­cazmente para ganar la guerra, para superar el conflicto, para defender a España. - «El centro de gravedad de nuestro Ejército es el combatiente y es nuestra primera prioridad su formación, motivación y moral» - «El centro de gravedad de nuestro Ejército es el combatiente y es nuestra primera prioridad su formación, motivación y moral» - «El centro de gravedad de nuestro Ejército es el combatiente y es nuestra primera prioridad su formación, motivación y moral» - Estas reflexiones se dirigen a las ca­pacidades, actitudes, valores y con­ceptos que solo el ser humano, el combatiente, es capaz de desarrollar: equipo, cohesión, iniciativa, propósi­to, responsabilidad y madurez. Estos son los elementos que debidamen­te aprendidos, asumidos y practica­dos conforman la filosofía de actua­ción que queremos ver establecida en 2035 y que denominamos mando orientado a la misión. - MANDO ORIENTADO A LA MISIÓN. UNA FILOSOFÍA DE ACTUACIÓN - MANDO ORIENTADO A LA MISIÓN. UNA FILOSOFÍA DE ACTUACIÓN - El mando orientado a la misión es una filosofía de actuación, no una técnica por la cual se obtiene la forma óptima de dar órdenes. Tampoco es un esti­lo de mando que pueda ser sustituido por otro en función de la necesidad de cada momento y pueda verse afecta­do por las modas. Como filosofía de actuación, el mando orientado a la mi­sión debe impregnar nuestro desem­peño personal en combate y durante - El mando orientado a la misión es una filosofía de actuación, no una técnica por la cual se obtiene la forma óptima de dar órdenes. Tampoco es un esti­lo de mando que pueda ser sustituido por otro en función de la necesidad de cada momento y pueda verse afecta­do por las modas. Como filosofía de actuación, el mando orientado a la mi­sión debe impregnar nuestro desem­peño personal en combate y durante - la preparación para el combate. Tiene, por tanto, vocación de permanencia y afecta al Ejército como institución. - Esa actuación se basa en hacer de nuestras unidades equipos cohesio­nados en los que la causa íntima de cohesión es la confianza entre el jefe y los subordinados. El jefe debe expre­sar con claridad qué pretende conse­guir con la misión que asigna, es decir, expresar claramente su propósito. El propósito permite a los subordinados ejercer una amplia iniciativa, que lla­maremos iniciativa disciplinada por­que está supeditada al propósito del mando. Fundamentándose en esa confianza entre jefe y subordinados, - La filosofía del mando orientado a la misión exige un ejercicio de autori­dad y dirección, es decir, de lideraz­go por parte del jefe: para cohesionar equipos, generar confianza y facultar a los jefes subordinados a actuar con iniciativa. Esta forma de actuar pro­porciona a las unidades terrestres en combate la agilidad y la capacidad de adaptación imprescindibles en un en­torno VUCA: volátil, incierto, complejo y ambiguo. - Cuando la 13 Compañía de paracai­distas del capitán García del Castillo entró en combate en Ludina, Afga­nistán, su jefe ya había conseguido imbuir en su unidad esta filosofía de mando. La 13 Compañía ya era un equipo cohesionado, formado por otros equipos más pequeños entre los que se había establecido una re­lación de íntima confianza. En este sentido, el mando orientado a la mi­sión es un estado final deseado; debe entenderse como la culminación de un proceso de generación, confir­mación y reforzamiento - EL EQUIPO - EL EQUIPO - En el mando orientado a la misión el equipo es más importante que las in­dividualidades. Debemos reconocer que se ha dado en los últimos tiempos una excesiva importancia al liderazgo - En el mando orientado a la misión el equipo es más importante que las in­dividualidades. Debemos reconocer que se ha dado en los últimos tiempos una excesiva importancia al liderazgo - enfocado exclusivamente en la perso­na del líder. Esto nos ha desorientado en la apreciación del elemento clave de nuestra actuación, que es el equi­po cohesionado gracias a la confianza entre sus componentes. - Hacer equipo exige del mando pro­fundizar en el conocimiento de sus subordinados. En palabras del gene­ral Collin Powell: «dejas de ser líder el día que tus soldados dejan de contar­te sus problemas». Dentro del equipo cohesionado hay colaboración, hay solidaridad, hay sacrificio por el com­pañero. Hacia el jefe del equipo hay colaboración y obediencia. - El jefe, por su parte, se pone al servi­cio del equipo, al servicio de sus su­bordinados: porque sabemos bien que mandar es servir. - Se nos ha enseñado en las acade­mias que la primera responsabilidad de cualquier mando es la preocupa­ción constante por nuestros subordi­nados y que adquieran y mejoren sus conocimientos tácticos y técnicos, su formación moral y sus condiciones fí­sicas, porque estos son los tres pila­res en los que se soporta el hombre en el combate. - Es una labor permanente de trans­misión de conocimientos y de mo­delado de actitudes en la que es im­prescindible el ejemplo, porque no se enseña lo que se sabe, se enseña lo que se es. El jefe, independientemen­te de su nivel, será siempre valorado por sus virtudes humanas y en estas encontrará la base más sólida de su autoridad. «Se obedece un manda­to», decía Ortega, pero se es dócil a un ejemplo; «el derecho a mandar», continuaba, «es una consecuencia de la ejemplaridad». - 1 - Cuando el jefe se convierte en referen­cia de integridad y facilita el conoci­miento profundo entre los componen­tes del equipo aparece la generosidad que permite pasar del «yo y mis obje­tivos» al «nosotros y la meta común», que es la misión. - Podemos asumir que los soldados combaten por patriotismo, por la ban­dera o por el honor de las armas, pero no hay evidencias empíricas de estos supuestos en ningún país del mundo.

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racional, inteligente y libre, dueño de sí y dueño de sus actos. El ser humano en el combate es nuestra preocupación fundamental. El punto focal de nuestra actuación es prepararlo (prepararnos) para prevalecer en el combate y que su victoria colabore eficazmente para ganar la guerra, para superar el conflicto, para defender a España. «El centro de gravedad de nuestro Ejército es el combatiente y es nuestra primera prioridad su formación, motivación y moral» Estas reflexiones se dirigen a las capacidades, actitudes, valores y conceptos que solo el ser humano, el combatiente, es capaz de desarrollar: equipo, cohesión, iniciativa, propósito, responsabilidad y madurez. Estos son los elementos que debidamente aprendidos, asumidos y practicados conforman la filosofía de actuación que queremos ver establecida en 2035 y que denominamos mando orientado a la misión. MANDO ORIENTADO A LA MISIÓN. UNA FILOSOFÍA DE ACTUACIÓN El mando orientado a la misión es una filosofía de actuación, no una técnica por la cual se obtiene la forma óptima de dar órdenes. Tampoco es un estilo de mando que pueda ser sustituido por otro en función de la necesidad de cada momento y pueda verse afectado por las modas. Como filosofía de actuación, el mando orientado a la misión debe impregnar nuestro desempeño personal en combate y durante la preparación para el combate. Tiene,por tanto, vocación de permanencia y afecta al Ejército como institución. Esa actuación se basa en hacer de nuestras unidades equipos cohesionados en los que la causa íntima de cohesión es la confianza entre el jefe y los subordinados. El jefe debe expresar con claridad qué pretende conseguir con la misión que asigna, es decir,expresar claramente su propósito. El propósito permite a los subordinados ejercer una amplia iniciativa, que llamaremos iniciativa disciplinada porque está supeditada al propósito del mando. Fundamentándose en esa confianza entre jefe y subordinados,el primero está dispuesto a asumir los errores de estos últimos cuando estén enfocados a la misión y dentro de los límites éticos; unos y otros aceptan, en consecuencia, riesgos prudentes. La filosofía del mando orientado a la misión exige un ejercicio de autoridad y dirección, es decir, de liderazgo por parte del jefe: para cohesionar equipos, generar confianza y facultar a los jefes subordinados a actuar con iniciativa. Esta forma de actuar proporciona a las unidades terrestres en combate la agilidad y la capacidad de adaptación imprescindibles en un entorno VUCA: volátil, incierto, complejo y ambiguo. Cuando la 13 Compañía de paracaidistas del capitán García del Castillo entró en combate en Ludina, Afganistán, su jefe ya había conseguido imbuir en su unidad esta filosofía de mando. La 13 Compañía ya era un equipo cohesionado, formado por otros equipos más pequeños entre los que se había establecido una relación de íntima confianza. En este sentido, el mando orientado a la misión es un estado final deseado; debe entenderse como la culminación de un proceso de generación, confirmación y reforzamiento de equipos cohesionados. EL EQUIPO En el mando orientado a la misión el equipo es más importante que las individualidades. Debemos reconocer que se ha dado en los últimos tiempos una excesiva importancia al liderazgo enfocado exclusivamente en la persona del líder. Esto nos ha desorientado en la apreciación del elemento clave de nuestra actuación, que es el equipo cohesionado gracias a la confianza entre sus componentes. Hacer equipo exige del mando profundizar en el conocimiento de sus subordinados. En palabras del general Collin Powell: «dejas de ser líder el día que tus soldados dejan de contarte sus problemas». Dentro del equipo cohesionado hay colaboración, hay solidaridad, hay sacrificio por el compañero. Hacia el jefe del equipo hay colaboración y obediencia. El jefe, por su parte, se pone al servicio del equipo, al servicio de sus subordinados: porque sabemos bien que mandar es servir. Se nos ha enseñado en las academias que la primera responsabilidad de cualquier mando es la preocupación constante por nuestros subordinados y que adquieran y mejoren sus conocimientos tácticos y técnicos, su formación moral y sus condiciones físicas, porque estos son los tres pilares en los que se soporta el hombre en el combate. Es una labor permanente de transmisión de conocimientos y de modelado de actitudes en la que es imprescindible el ejemplo, porque no se enseña lo que se sabe, se enseña lo que se es. El jefe, independientemente de su nivel, será siempre valorado por sus virtudes humanas y en estas encontrará la base más sólida de su autoridad. «Se obedece un mandato », decía Ortega, pero se es dócil a un ejemplo; «el derecho a mandar», continuaba, «es una consecuencia de la ejemplaridad».1 Cuando el jefe se convierte en referencia de integridad y facilita el conocimiento profundo entre los componentes del equipo aparece la generosidad que permite pasar del «yo y mis objetivos » al «nosotros y la meta común», que es la misión. Podemos asumir que los soldados combaten por patriotismo, por la bandera o por el honor de las armas, pero no hay evidencias empíricas de estos supuestos en ningún país del mundo. 5


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