había comprado 16. Con ellos regresa en saltos de poco más de dos horas alcanzan Guidonia, Alghero Alcudiay Alfamen. Tras una puesta a punto en Logroño inician sus actividades armadas contra centrales eléctricas, carros blindados y columnas de camiones. En uno de ellos, acompañado del teniente Federico Vallés –marqués de San Joaquín– al picar sobre el objetivo un disparo desde tierra, alcanza a este que iba sentado a su lado. Viendo la magnitud de la herida, aterriza con urgencia en Balaguer, a fin de trasladarlo al hospital de primera línea a donde por desgracia llegó cadáver. La guerra toca a su fin y el 12 de mayo en la grandiosa Revista Aérea celebrada en Barajas, entre los 449 aviones participantes, 14 Caproni en dos hileras forman en ella; uno, mirado con pena y con respeto, luce en su costado la inscripción: Teniente Vallés ¡¡Presente!! Poco después, Pisón es destinado el 41 Grupo desplegado en el aeródromo General Mola de Vitoria; sus aviones, los legendarios “Pavos” (He-45) ya anticuados, próximos a ser transferidos a la Escuela de San Javier para enseñanza (transformación); cuando esto ocurre, nuestro personaje hace en Matacán el curso de vuelo sin visibilidad; terminado este, ya con el empleo de teniente coronel recibe el mando del 15 Regimiento establecido con Heinkel 111 en Logroño. ¡Qué avión, qué potencia, qué maniobrabilidad! repite, cada vez que los vuela. Abriendo un paréntesis, con la 1.ª Promoción obtiene la diplomatura en Estado Mayor y tras regresar a Zaragoza vuelve a la Escuela Superior del Aire, ahora como profesor. Hace el curso de vuelo sin motor en el aeródromo de Getafe y comisionado por el jefe de EM, asiste en Francia a varias reuniones internacionales relacionadas con la aviación civil. Nombrado jefe de Tráfico de la Dirección General, al ascender a coronel, desempeña el cargo de jefe de EM de la Región Aérea Pirenaica y más tarde y durante 11 fructíferos años la dirección de Aviación Civil, periodo en el que se llevó a cabo la organización de las líneas aéreas, poniendo al día aviación ligera, vuelo sin motor y aeromodelismo. Satisfecho y elogiada su labor, con el empleo de coronel pasó al retiro volviendo a Vitoria. La mujer del aviador En mi ya larga vida de historiador, mis investigaciones me han llevado a conocer a centenares de aviadores; con la mayoría de los cuales trabé una buena amistad. Hoy, con el paso del tiempo, bien por edad o, alguno, víctima de accidente aéreo, la inmensa mayoría ya no está entre nosotros. En muchas ocasiones también conocí a sus esposas; encantadoras mujeres, a las que maravillosamente describía el general Ignacio Martínez Eiroa en Compañera te doy... (RAA - 3/2012). Hoy, quiero recordar a Maruja –María Heptener Mújica–, esposa del teniente general Miguel Guerrero García, a quien traté casada, y luego viuda de este entrañable personaje que, haciendo gala de verdadera simpatía, allá por los años 70, me citó por primera vez en la calle Velázquez, en su despacho de vicepresidente del consejo de Iberia; invitándome a su casa en distintas ocasiones, donde pude grabar sabrosas charlas aeronáuticas y sus recuerdos, con el compromiso de, si así me señalaba, cuando tratase algo confidencial, pusiera el off el magnetofón. Cerca, colgaba en la pared el clásico retrato «oficial» del As de la caza, con una dedicatoria de lo más chusca: «Miguelón, ingrávido en el aire no hay quien te muerda la cola. Un fuerte abrazo Joaquín Morato.14-XII-37». Otra muestra más de su galantería, apoyado por Maruja, fue el que me dejara llevarme a casa, a Guecho, sus repletos e interesantísimos álbumes de fotos, para que tranquilamente los reprodujera. Maruja conoció a Miguel en Melilla, donde ella residía, ya que su padre ejercía de ingeniero allí; y él mandaba el 27 Grupo de Caza y Persecución dotado de He-112 y Fiat G-50; además de ellos, tuvo la rara oportunidad de pilotar un P-38 Lightning norteamericano que cayó por allí. Ella, con sus amigas, al atardecer ocupaban las terrazas de las cafeterías, de la calle principal, donde contemplaban el paseo de los chicos, muchos de uniforme. Pues bien, aquel gordito de ojos azules, al que sus compañeros decían «Había que meterle al Fiat con calzador», le gustó y se casaron. Si bien Miguel, arriesgando (575 servicios y 13 victorias aéreas), había tenido mucha suerte en la guerra, en su nuevo destino, hizo vivir a Maruja momentos muy apurados de angustia, cuando le llegaron noticias de que aquel avioncito (Vultee V1A) de seis pasajeros, se había estrellado e incendiado en el mismo aeródromo de Tauima. Por fortuna, ni él ni los aviadores que le acompañaban, sufrieron nada grave, pero la pérdida de la hélice en vuelo le llevó a tomar tierra de emergencia con el tren dentro. La situación no podía ser más comprometida, así que tan pronto se detuvo, al grito de «maricón el último» –no se sabe de quién– todos salieron despendolados, momentos antes de ardiese en pompa. Más adelante, cuando los acuerdos con USA trajeron la total renovación del Ejército del Aire, Miguel. «poniéndose las pilas» para formar parte de una aviación muy distinta, hizo los cursos de reactores y, con gran expectación por parte de los alemanes, voló a «Fursty» en un Junkers 52, llevando a Maruja y a la mujer de Mariano Cuadra entre otras, quienes, si no todo el curso, parte estuvieron allí, cerca de sus maridos. Después de la instrucción en el Sabre, al coronel Guerrero se le encomendó el mando de la Primera Ala de Caza, que se constituyó en Valencia-Manises. Seguidamente vino la Agregaduría Aérea en Washington, la concesión de la Medalla Aérea y el ascenso a teniente general Maruja, por su parte, quien fuera vecina de Manises, en el periodo que Miguel mandó el Ala de Caza n.º 1, fue distinguida con el nombramiento de madrina del estandarte que dicha ciudad ofrecía en 1983 al Ala nº. 11 (foto)*. En 1992 fallecía Miguel y 20 años después, Maruja, su mujer. Dos buenos amigos nos dejaron. *Archivo Santiago Guillén apasionado historiador, custodio de los recuerdos del teniente general Guerrero. REVISTA DE AERONÁUTICA Y ASTRONÁUTICA / Diciembre 2019 1019
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