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EL VALOR DE LA DIPLOMACIA NAVAL EN NUESTROS DÍAS José Manuel GUTIÉRREZ DE LA CÁMARA SEÑÁN (Retirado) ESDE tiempos remotos se ha utilizado el poder naval de una nación para conseguir objetivos y aunque la expresión «Diplomacia de las cañoneras », fue acuñada en el siglo XIX, ha sido empleada desde muy atrás. Definida por James Cable como: «El uso o amenaza de utilización del poder naval limitado, no entendido como acto de guerra, para asegurarse ventajas o evitar pérdidas en una disputa internacional», se aplicaba cuando una fuerza naval que operaba a mucha distancia de la metrópoli conseguía resultados beneficiosos para su nación mediante la amenaza de los cañones. Cuando en 1853 el comodoro Matthew Perry llegó al puerto de Tokio con cuatro poderosas «naves negras», muy distintas de las que hasta entonces se habían visto por aquellas aguas, y obligó al shogún Tokugawa Ieyoshi —la única autoridad presente aparte del emperador— a abrirse al comercio exterior, dio lugar a una apertura de Japón que culminó en un Tratado de Amistad con los Estados Unidos, al que seguirían nuevos tratados con otras naciones occidentales. La demostración de fuerza, al margen de consideraciones de tipo moral, obligó a Japón a salir de su letargo, de la Edad Media que todavía se vivía en estas islas, cuando hacía mucho tiempo que en Occidente había terminado. Los japoneses aprendieron muy bien la lección y comprendieron enseguida las ventajas que proporcionaba la aplicación del poder naval. Pero no es necesario remontarse al Extremo Oriente para comprender la eficacia de una demostración de este tipo. A la muerte del duque de Parma y Plasencia, Antonio de Farnesio, se acordó en el Tercer Tratado de Viena, de 16 de marzo de 1731, asegurar la posesión de estos ducados al infante don Carlos, con el consenso de Inglaterra, Francia y Austria. Para hacerse cargo de ellos embarcó el infante en el puerto 2019 747


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