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vIvIDO Y CONTADO entrado en puerto y fondeado, sin que se tuviese previo conocimiento de su arribada y sin que solicitase autorización ni práctico, un petrolero cargado de crudo con algún problema que, de momento, se desconocía. Se dio por supuesto que había entrado de arribada forzosa, pues en la zona marítima próxima se desarrollaba una galerna de las que de vez en cuando se sufren en aquellas aguas Por la carga que traía, ordené que, con práctico a bordo, se atracase al muelle de Petronor a la espera de aclarar las circunstancias de su extraño comportamiento. Una vez finalizada la visita a Altos Hornos, mi anfitrión me invitó a comer en un restaurante de Santurce en el que desde su comedor se dominaba gran parte del puerto, por lo que pude observar cómo un petrolero, que resultó ser el que nos ocupa, fondeado muy próximo al famoso Puente Colgante de la ría de Bilbao, estaba levando para atracarse al muelle asignado. Al día siguiente tuve conocimiento de lo siguiente: el barco era de bandera griega (como el Prestige), su nombre era Seawind II y, navegando hacia el norte con destino a Róterdam, a la altura de Finisterre en medio de un temporal (como el Prestige) un golpe de mar le produjo una vía de agua en un tanque de lastre que iba vacío, al estar el buque a plena carga. Continuó su navegación, dobló la Península entrando en el Cantábrico y solicitó autorización —según manifestó el capitán— para arribar a un puerto asturiano. Al negarle la entrada, continuó al leste hasta entrar en Bilbao, sin dar lugar a otra negativa. Ya en puerto, lo primero que saltaba a la vista era su defectuoso mantenimiento (como el Prestige) que, probablemente, fue la causa de la vía de agua por fatiga de material. Más tarde me llegó la noticia de que el jefe de Máquinas había desaparecido nada más atracar el buque y, por último, supe que la empresa que avalaba al Seawind II era la ABS (como al Prestige). En 1990 no existía aún la Sociedad de Salvamento y Seguridad Marítima (SASEMAR), que no se fundó hasta 1992 y no empezó a trabajar hasta 1993, lo que implicaba que los auxilios que pudieran prestarse dependían de las disponibilidades que tuviese cada puerto. Y la autoridad máxima local era la del comandante militar de Marina, por lo que, como tal, pensé que lo más razonable en la situación en que se encontraba el barco era descargar las 70.000 t de crudo que traía en sus tanques en las instalaciones de Petronor. Hay que señalar que hasta el momento de su atraque no se había producido ningún vertido de petróleo. Antes de dar la orden de descarga, decidí informar de la situación y de mis intenciones a mis superiores —capitán general de la zona Marítima del Cantábrico, por la rama militar, y director general de la Marina Mercante por la civil— para que la conociesen de primera mano e hiciesen las observaciones que estimasen oportunas, así como al gobernador civil, autoridad que aún existía en aquella época. Puesto en contacto telefónico con ellos, les transmití mi temor de que al iniciarse la descarga pudiera producirse 2019 991


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