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do una Real Orden dispuso que todos los buques deberían realizar prácticas de tiro en el polígono de Marín, estableciendo un sistema de gallardetes morados de seda, en diferentes categorías en función del calibre de las piezas, a instalar en el palo de los navíos que obtuviesen el mayor número de blancos en esos ejercicios. Disposiciones posteriores describieron los gallardetes y los requisitos para su concesión, añadieron recompensas en metálico para el personal de las piezas y dirección de tiro y detallaron las condiciones de su uso. Como complemento de los gallardetes se estableció en 1922 una medalla para los comandantes de los buques que obtuviesen premio en ejercicios, los jefes y oficiales de la dirección de tiro y de las piezas premiadas y las clases de las mismas. Para jefes y oficiales sería dorada, y plateada para las clases. Estos premios se concedieron hasta el estallido de nuestra Guerra Civil, siendo recuperados en 1940 para premiar, de forma puntual y con carácter excepcional, el asombrosamente preciso fuego del Canarias sobre el Almirante Ferrándiz, distante 19.000 metros, en septiembre de 1936. Es mérito absoluto del autor el haber localizado un informe elaborado por el Negociado de Reglamentos de la Armada y fechado en junio de 1940, que le puso sobre la pista de un premio de tiro adicional a los ya reseñados y poco menos que inédito: La Estrella de Bronce. Establecida en 1932, estaba destinada a premiar a los buques e individuos de sus dotaciones que obtuviesen mejor puntuación en los ejercicios semestrales de tiro para acorazados, cruceros y destructores. La contienda civil iniciada cuatro años después impediría que se cumpliesen los requisitos para la concesión del distintivo individual (acumulación de tres concesiones del premio con carácter colectivo). Finalmente, en julio de 1941 se derogarían todos los premios de tiro anteriores y se establecerían los actualmente vigentes: Las Dianas de Combate y de Concurso. Premios poco conocidos dentro y fuera del ámbito de la Armada, contribuyen a ese desconocimiento el hecho de que su desarrollo reglamentario esté contenido en documentación de carácter clasificado, y el que, desde la última Diana de Concurso merecida por la fragata Extremadura en 1990, no se hayan concedido en casi 30 años. La coyuntura geopolítica actual, unida al uso extensivo de simuladores como base del sistema de entrenamiento de las Fuerzas Armadas, hacen que concesiones futuras se nos antojen harto improbables. Numerosas fotografías e ilustraciones, así como relaciones de concesiones de los diferentes premios analizados completan el estudio, que sin duda viene a llenar el vacío sobre un aspecto de nuestra Armada hasta ahora casi desconocido. Juan José ERCE MONTILLA Ingeniero Industrial LIBROS Y REvISTAS 1070 Diciembre


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