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38 FERNANDO CALVO GONZÁLEZ-REGUERAL Appomattox Court House, Virginia, noche del 8 al 9 de abril de 1965, Domingo de Ramos. Dos ejércitos, el unionista del Potomac y el confederado de Virginia del Norte, velan armas separados apenas por un camino rural, las mansas aguas del río Appottomax y las casas del villorrio de igual nombre. Los soldados, azules o grises, asisten a un espectáculo que les inquieta y agrada a partes iguales: sus generales se reúnen en la plaza del pueblo y comparten abrazos, cigarrillos, sonrisas y lágrimas: todos ellos, separados durante cuatro años por una guerra fratricida, habían sido compañeros de promoción en la academia militar de West Point y habían servido junto al general Winfield Scott en la campaña mexicana. Wilcox, general del Sur, oficial adorado por todos sus compañeros -vistan ahora el uniforme que vistan, es saludado con entusiasmo. En un momento dado, Wilcox, famoso por su elegancia y pulcritud, se desabotona su capote y muestra que, bajo él, sólo lleva la ropa interior: “Amigo Sheridan, esto es por culpa de tus jinetes: desvalijaron mi campamento ¡llevándose armas, munición, las últimas raciones de mi Cuerpo y mis pertenecías personales!” Luego, los dos amigos, momentáneamente enemigos mas de nuevo reunidos, se funden en un abrazo y se preguntan por sus respectivas familias. La escena, digna de los mejores tratados sobre espíritu castrense, termina con un último cigarrillo compartido entre los generales hasta ayer enfrentados y un denso interrogante flotando en la noche estrellada: de resultas de la reunión que ambos comandantes en jefe -Grant y Lee- van a mantener al día siguiente, ¿habrá paz o volverán a atronar los cañones? El general Robert E. Lee ha sostenido apenas unas horas antes de la escena descrita una reunión con su Estado Mayor ante la crítica situación en la que se encuentran sus fuerzas: completamente rodeadas y acosadas por la caballería de Sheridan, exhaustas y hambrientas, sólo tienen dos opciones: intentar una ruptura hacia el Sur que les acerque a su base de operaciones y les permita enlazar con unos magros refuerzos que aguardan a retaguardia o… capitular. Tras sopesar ambas opciones concienzudamente, Lee llega a una conclusión que partirá el corazón de sus tropas: “There is nothing left me but to go and see General Grant… and I would rather die a thousand deaths” (“No hay nada más que pueda hacer excepto ir y reunirme con el general Grant… aunque preferiría morir mil muertes antes de hacerlo”). Al día siguiente, 9 de abril de 1865, el general Robert E. Lee, a lomos de su fiel “Lucy Long”, escoltado por varios ayudantes –uno de los cuales porta bandera blanca- y una guardia unionista formada por cortesía antes que por vigilancia, hace su aparición en el camino que conduce al centro de Appomattox: los soldados azules, en medio de un silencio reverencial, le van abriendo camino y descubriéndose ante él en señal de respeto hasta su Revista de Historia Militar, 126 (2019), pp. 38-44. ISSN: 0482-5748


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