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SECESIÓN (1861-1865): LA GUERRA CIVIL AMERICANA EN LA ... 39 llegada a la mansión de Wilbur McLean, donde esperará por poco tiempo al general Ulysses Simpson Grant, quien en breve comparecerá en el lugar convenido. Los rostros de los soldados grises, curtidos en mil batallas, empiezan a llenarse de lágrimas, pero no sueltan de momento sus fusiles ni pliegan sus banderas, que bationdean al viento de la primavera en Virginia. Aunque la rendición política exigida por Washington llevaba el tremendo calificativo de “incondicional”, la realidad de dos generales que han sabido batirse cabalmente al frente de sus ejércitos, se impondrá en la reunión. Los términos de Grant fueron generosos: los soldados de Lee no serían apresados ni perseguidos por traición. Los oficiales podrían conservar sus armas de ordenanza, sus caballos y sus equipajes. Las tropas confederadas entregarían sus fusiles -nadie se los quitaría indecorosamente de las manos- y marcharía cuanto antes a sus hogares, para llegar a tiempo de la cosecha: todo un país, ahora unido por derecho de conquista, había de ser reconstruido. Lee pidió una última concesión a Grant: que se proveyera a su famélico Ejército con unas raciones que aliviaran el hambre, a lo que Grant no solo accedió, sino que ordenó a los oficiales de su Estado Mayor a ejecutar tal orden a la mayor brevedad possible y con carácter prioritario sobre cualquier otra acción. El Ejército confederado desfiló a continuación ante el Ejército unionista camino de los puntos de reunión acordados: espontáneamente, los soldados de uniforme azul comenzaron a presentar armas a su antiguo enemigo, que a su vez respondía con el mismo gesto: un gesto de respeto de unos americanos a otros americanos, un supremo gesto de cortesía militar entre dos contrincantes que habían dado lo mejor de sí en los campos de batalla y, ahora, coronaban sus esfuerzos y sacrificios con una bella estampa de honor militar. Desde entonces hasta el día 12 de abril, aniversario del ataque confederado a Fort Sumter con que se iniciaba la guerra cuatro años antes, las unidades sudistas serán desarmadas e irán, en formación y con sus oficiales al frente, a sus lugares de origen. El general Grant, en otro gesto gallardo, evitó en todo momento acercarse o cruzar las líneas del enemigo derrotado para evitar una estampa que se pudiera interpretar como el gesto altanero del jefe victorioso paseando entre sus cautivos. Solo cuando la última unidad de su otrora flamante Ejército se hubiera ido y la última bandera confederada hubiera sido plegada entre las lágrimas de los soldados -que la besaban en señal de despedida-, Lee volvería a montar en su caballo para perderse camino de su hogar por un camino polvoriento, respetuosamente escoltado por el jefe de Estado Mayor de Grant y una guardia de honor unionista. Apenas instantes después de que la patriarcal figura del general derrotado se hubiera desvanecido en el horizonte comenzarían los soldados azules a dar vivas para celebrar su victoria, siendo detenidos en su júbilo secamente por Revista de Historia Militar, 126 (2019), pp. 39-44. ISSN: 0482-5748


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