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LUIS M. GARCÍA REBOLLO Para atravesar esa zona sin otro sistema propulsor que el viento, Magallanes primero y Elcano después seguramente tuvieron que acercarse a la costa de Sierra Leona, para aprovechar el régimen de brisas, terrales y virazones, hasta tomar los alisios del otro hemisferio. Ya que el derrotero de Albo sí nos relata con todo detalle la situación inversa, la que padeció Juan Sebastián de Elcano en esa misma costa, en el camino de vuelta. También nos revelaría un dato importante, aunque obvio, desde el punto de vista de la meteorología y la oceanografía. Y es que la Zona de Convergencia Intertropical hace 500 años estaría en el mismo lugar que hoy. Además, la circunstancia de que la Zona de Convergencia se desplace al sur en los meses de otoño e invierno podría explicarnos por qué Magallanes siguió barajando la costa africana tantos días: seguramente para aprovechar el régimen de brisas costeras hasta encontrar los alisios del hemisferio austral. Albo tampoco recoge el paso de la flota por Canarias. Sabemos por Pigafetta que, el 26 de septiembre de 1519, «arrivammo ad una isloa delle Canarie detta Tenerife (…) Ivi stemmo tre giorni per far acqua e legna, indi andamo ad un porto della stessa isola detto Monte rosso, e vi ci fermammo due giorni». Tal como se indicó al principio, recurriremos brevemente a las ciencias náuticas para interpretar las escalas de la expedición en Tenerife según los datos que nos aporta Pigafetta. Arquitectura naval Los barcos de vela se mueven entre dos fluidos: el agua y el aire. La parte sumergida, la carena, debe tener unas características hidrodinámicas concretas, y la parte aérea, sobre todo el aparejo, el plano vélico, debe tener también unas determinadas características, esta vez aerodinámicas. El diseño de las carenas de las naos del siglo XVI era determinante; de sus formas dependía que pudieran regresar del cabo de Buena Esperanza o sobrevivir a un huracán. Por eso eran secreto de Estado. Tanto las españolas como las portuguesas eran las más avanzadas de su época. Sabemos cómo eran las líneas de agua de la carabela San Benito, de la primera expedición de Juan Díaz de Solís en busca del paso a las Molucas (1508), cuya curva de áreas nos revela un magnífico rendimiento hidrodinámico al avance. La siguiente característica importante de los barcos de vela es la capacidad de esas carenas de navegar contra el viento en conjunción con su plano vélico. Con un aparejo latino, que provoca un efecto de succión similar al ala de un avión, y la redistribución de la carga a proa podía acercarse a los 80 grados, algo muy avanzado para la época. Solo que los aparejos latinos eran inestables con vientos de popa y necesitaban mucha tripulación para manejarlos. Por este motivo, las naos de Magallanes, y antes las de Cristóbal Colón, llevaban velas cuadras, aunque con estas no pudieran navegar contra el viento. 16 REVISTA DE HISTORIA NAVAL Núm. 147


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