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DAVID RUBIO MÁRQUEZ A pesar de las cartas y proyectos antes citados, que podríamos calificar como presiones, la UNL realizaría pocos encargos para la Armada. A este respecto conviene recordar el rechazo de Cornejo a los sumergibles alemanes apuntado en líneas anteriores. Con un presupuesto de 464.000 pesetas, por real orden de 6 de febrero de 1926 se encargaba la revisión de las calderas del Dédalo45. La obra se llevaría a cabo en los Talleres Nuevo Vulcano, de Barcelona. Además, se le asignó la construcción de la lancha guardapescas Cabo Fradera, destinada a vigilar la pesca en el río Miño, en 192746. El segundo estuvo relacionado con la creación de una base naval en las islas Baleares. Cornejo había establecido que era una «necesidad ineludible la del establecimiento en Menorca de una base aeronaval que coopere con otra situada en las proximidades de Cartagena a defender la costa tan rica y dilatada de los ataques que aventure una escuadra enemiga»47. En Mahón se instaló una potente batería Vickers de 38,1 cm y otra de 15,24, nuevos polvorines, depósitos de combustible, alojamientos, muelles, talleres, un dique flotante de 2.000 toneladas para destructores y submarinos, y una pontona especial para sumergibles de 1.000 toneladas de potencia. Estas dos últimas construcciones las realizó la UNL en el entonces recién estrenado astillero de Valencia. El contrato con la factoría valenciana para la construcción del dique se firmó el 17 de julio de 1928. Fue botado el 31 de octubre de 1929 y entregado a la Armada el 15 de mayo del año siguiente48. Con el claro propósito de crear una industria nacional capaz de abastecer a la Marina de Guerra de torpedos y de equipos de navegación y de dirección de tiro, el ministro de Marina contactó con el empresario Horacio Echevarrieta. El momento era propicio; el industrial había adquirido, gracias a los beneficios extraordinarios acumulados durante la primera guerra mundial, los Astilleros de Cádiz. La crisis de los fletes posterior al conflicto bélico ralentizó la adquisición de nuevos barcos por parte de la marina mercante. Era imprescindible lograr nuevos mercados. Echevarrieta intentó hacerse con una parte de los pedidos de la Armada española. La tecnología será aportada por empresas alemanas. El industrial vasco consiguió tres proyectos importantes para la Armada: la realización en los astilleros gaditanos de un buque escuela, la creación de una fábrica nacional de torpedos y la construcción de un buque tanque para petroleo y otros servicios auxiliares. Los dos últimos fueron un fracaso. (45) La Nación, 3 de febrero de 1926, p. 8. (46) «Progresa nuestra Marina de Guerra», Nuestra Emigración, núm. 131, febrero de 1928, p. 202. (47) Archivo del Museo Naval Madrid, sec. Manuscritos 0572, Ms. 1744/000, propuestas reservadas presentadas a Consejo. (48) «Dique flotante de 2.000 toneladas para la base naval de Mahón», Revista General de Marina, t. CV, noviembre de 1929, pp. 745-750. 84 REVISTA DE HISTORIA NAVAL Núm. 147


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