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DAVID RUBIO MÁRQUEZ ambicioso: liberar a la Armada de la peligrosa dependencia exterior54. En la justificación del real decreto de 26 de noviembre de 1925 se reconocía expresamente «la importancia extraordinaria que ha llegado a alcanzar el torpedo automóvil como arma de combate, constituyéndola en un factor indispensable para la defensa nacional, obliga a procurar por todos los medios sus pronta producción dentro del territorio patrio y con los elementos y recursos de la industria propia»55. Horacio Echevarrieta se comprometía a fabricar 1.000 torpedos automóviles, a razón de 100 anuales y a partir del tercer año, durante la duración del contrato (doce años), estableciéndose que «no se admitirá ningún retraso» con una penalización de «25 pesetas por día y torpedo de retraso». Era obligación del contratista tanto la construcción de los edificios necesarios como «completar la maquinaria para la fabricación de torpedos automóviles existentes en la zona militar del Arsenal de Cartagena, levantará almacén/almacenes e instalará elementos para probar los torpedos». No obstante, en caso de surgir dificultades, el Gobierno decidiría el emplazamiento más conveniente. El plazo para la ejecución de las obras quedaba fijado en dieciocho meses después de la aprobación del proyecto. El personal administrativo debería ser español en su totalidad, y el de talleres y facultativo, en la proporción de un 80 por l00, permitiéndose no obstante, durante los tres primeros años de construcción, un 75 por l00 de personal extranjero en el primer año, un 50 por 100 en el segundo y un 30 por 100 en el tercero. Como beneficios para el empresario se acordaban los siguientes: «… disfrutará de la exención de los impuestos de derechos reales, timbre y pagos al Estado, así como de la contribución industrial y de utilidades y de cualquiera otra que pueda ser establecida y que afecte a la industria durante la vigencia y ejecución de este contrato». Finalizado el plazo del contrato, la fábrica pasaría a ser propiedad exclusiva de la Marina56. Bordejé y Morencos califica de «quimera» el proyecto. En un primer momento se pensó instalar la fábrica en Cartagena. Los negativos resultados de las pruebas realizadas en el Mar Menor incitaron a cambiar la ubicación. En 1925 Horacio Echevarrieta había adquirido en Cádiz una parcela irregular de 37.550 m2, con la intención de fundar en ella la Fábrica Nacional de Torpedos. El proyecto definitivo, aprobado el 7 de junio de 1928, establecía su sede en Cádiz. La implicación alemana era importante. Por una parte, el Deutsche Bank había realizado un préstamo a Echevarrieta de 250.000 libras esterlinas. Además, la Marina germana se encargaría de realizar los dibujos y de proporcionar los datos necesarios para la construcción y realización de las pruebas de los torpedos, designando a cambio al director de la fábrica. Para el puesto fue elegido Bruno Hintze. Hasta finales de 1929 no se iniciaron los trabajos. Los retrasos en las obras, los problemas técnicos y el (54) ROBERT, Juan B.: «Nuestra Marina de Guerra en 1925», El Correo Gallego, 20 de enero de 1926, p. 1. (55) CLA, t. CII, Imprenta del Ministerio de Marina, Madrid, 1926, p. 761. (56) Ibídem, pp. 760-769. 86 REVISTA DE HISTORIA NAVAL Núm. 147


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