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LA GUERRA HISPANO-FILIPINA, 1896-1897 135 Ese día, Rizal escribió un manifiesto, pero no se permitió su publicación; y luego con gran serenidad y entereza escribió su famoso poema Mi último adiós, y una carta a su íntimo amigo y colaborador Fernando Blumentritt, en la que le anunciaba: “Querido hermano, cuando recibas esta carta ya habré muerto; mañana a las 7 seré ejecutado, aunque no soy culpable de rebelión”.103 Al amanecer del día siguiente, 30 de diciembre de 1896, se cumplió la sentencia, siendo Rizal ejecutado ante una multitud que presenció su fusilamiento. Sucedió a las 7:00 horas en el parque de Bagumbayan, (hoy Parque Rizal) en Manila. Tan torpe acción de Polavieja, mal aconsejado por los frailes, supuso una trágica paradoja, ya que sólo sirvió para avivar y dar un impulso decisivo a la insurrección armada del Katipunan.104 Según la historiografía norteamericana, la Asociación Hispano-Filipina, La Solidaridad y La Liga Filipina de Rizal abogaron por el reformismo, porque los ilustrados consideraban que el pueblo filipino carecía de suficiente madurez para la independencia; y por tanto, necesitaron el tutelaje de una nación progresista: EE.UU. En realidad, los filipinos vieron en estas organizaciones el germen de la conciencia nacional filipina. Además, los norteamericanos para enfatizar el despotismo español silenciaron la existencia de muchos diarios filipinos que se definieron como nacionalistas y liberales, y que al igual que La Solidaridad reclamaron reformas para Filipinas y atacaron la “frailecracia” como se decía en aquella época. Todo ello cuestiona además la reiterada férrea censura española en el Archipiélago. La vía rupturista con España: el Katipunan Cuando José Rizal fue detenido y deportado el 6 de julio de 1892 a Dapitán, La Liga Filipina inició su decadencia por su ausencia. Domingo 103 En la madrugada asistió a misa con Josephine Braecken, su joven acompañante belga durante su destierro y con quien se casó. Solicitó que no le vendaran los ojos ni le fusilaran por la espalda como traidor a España. Lo segundo le fue denegado, pero antes de morir se volvió al frente y murió mostrando su convicción en su recto proceder. Para los filipinos murió como un héroe y así aparece en sus biografías. RETANA, Wenceslao: Vida y Escritos del Dr. José Rizal. Madrid, Librería General de Victoriano Suárez, Prólogo de Miguel de Unamuno, 1907. MOLINA, Antonio M.: Yo, José Rizal. Madrid, Ediciones de Cultura Hispánica, 1998. COATES, Agustín: Rizal. Nacionalista y mártir filipino. Madrid, Ediciones de Cultura Hispánica, 2006. 104 El monumento a Rizal en el Parque de Rizal de Manila, obra del escultor suizo Richard Kissling, fue inaugurado en 1913 y en el que se lee: “Quiero mostrar a quienes privan a la gente el derecho del patriotismo que sí sabemos cómo sacrificarnos a nosotros mismos por nuestros deberes y principios. La muerte no importa cuando se muere por lo que se ama: la patria y los seres queridos”. También en Madrid, junto al Parque Santander, tiene otro monumento de 15 metros de altura y 200 toneladas de peso, réplica casi exacta de la escultura de Manila; y hay una lápida en la antigua calle de la Visitación 7 (hoy calle de Manuel Fernández González), donde hubo una de las pensiones en las que vivió. Revista de Historia Militar, II extraordinario de 2019, pp. 135-206. ISSN: 0482-5748


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