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INTERVENCIÓN MILITAR DE LOS ESTADOS UNIDOS EN FILIPINAS... 231 hubiese sido costosa, y de hecho, varios periódicos americanos publicaron al principio que las bajas habían sido grandes en ambos lados. Tal vez la solución radique en el parte de Dewey sobre bajas en su escuadra con fecha de 19 de Septiembre, cuando ya la guerra había terminado, allí se señalan 12 muertos por enfermedad, aparte los repatriados que murieron en los hospitales o en el viaje, y nada menos que 155 deserciones, unas y otras durante la campaña. Ya sabemos que muchos de los marineros no tenían la nacionalidad, y probablemente, el destino de un puñado de ellos no importara a nadie salvo si podía ensombrecer aquella tan completa victoria. En cualquier caso no debieron de ser de mucha entidad, como tampoco lo fueron las averías sufridas por los buques. Revista de Historia Militar, II extraordinario de 2019, pp. 231-252. ISSN: 0482-5748 El epílogo Al día siguiente, 2 de mayo, Dewey comunicó a los supervivientes de la escuadra que podían salir libres y desarmados, siempre que empeñaran su palabra de honor de no volver a combatir en la presente guerra, fórmula normal en una capitulación honrosa. Pero las Ordenanzas de la Armada prohibían taxativamente aquello, por lo que Sostoa, el jefe del arsenal, comunicó que eran inaceptables. Se reanudaron las negociaciones, hasta que se concedió, la verdad es que por pura humanidad, pues no podían hacer nada por defenderse, que salieran con armas y sin dar la palabra, pero entregando el arsenal intacto. Y así, formados en dos columnas, los supervivientes salieron del arsenal y se dirigieron a Manila, adonde llegaron a las seis de la mañana del día tres. Todavía combatirán defendiendo la ciudad durante el asedio. Los heridos y enfermos quedaron a cargo de los vencedores, quienes faltos de fuerzas de desembarco, pasaron la responsabilidad de su custodia en parte a los rebeldes, ante las protestas de los españoles, que se temieron lo peor, aunque el trato no fue tan malo como se había temido. Así se entregó al enemigo el arsenal prácticamente intacto, y pese a sus limitaciones, con el los atacantes consiguieron una base de la que carecían frente a Manila. En el arsenal quedaron un buen número de piezas anticuadas o de pequeño calibre, de las que se incautaron los filipinos, que pronto las utilizaron en el asedio de Manila y otros puntos, llegando una a utilizarse contra la iglesia de Baler. Otras se utilizaron para armar los pequeños vapores de que se apoderaron los insurrectos para formar su propia escuadrilla, con la que extender la rebelión a otros puntos e islas.


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