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INTERVENCIÓN MILITAR DE LOS ESTADOS UNIDOS EN FILIPINAS... 235 El primero creaba la “Asamblea Consultiva Filipina”, un órgano asesor del Capitán General, al que podría proponer las reformas en el régimen político y administrativo que se estimaran necesarias, “siempre que no invadiera las funciones de otros organismos ni infrinja las leyes”. 5 La composición de la Asamblea no era tampoco muy revolucionaria, pues estaría presidida por el Capitán General, y serían vocales natos el Jefe de Estado Mayor, el Auditor General, el gobernador civil y el alcalde de Manila, nada menos que un caballero Gran Cruz representado a los de su clase, el Presidente de la Sociedad Económica de Amigos del País y el de la Cámara de Comercio. Aparte de tales “consejeros natos”, habría otros 20 elegidos por el Capitán General, lo que no parece tampoco muy peligroso. Pero la muy tímida reforma apenas pasó del papel, pues apenas reunida y cuando se debatía su reglamento de régimen interno, afloraron los deseos autonomistas e incluso independentistas de algunos consejeros filipinos, siempre dentro de una estrecha unión y alianza con España, y se decidió que aquello era demasiado peligroso. Entre los consejeros filipinos destacó D. Pedro Alejandro Paterno, que había sido mediador en el acuerdo de Biac na Bató, y que luego figuraría en la efímera república independiente proclamada aquel mismo año. El otro decreto creaba las milicias voluntarias de indígenas, para las que se aceptaría a hombres entre 18 y 50 años, aptos físicamente y sin antecedentes penales. Para animar al alistamiento se concedían ventajas usuales como grados militares, pensiones por heridas o fallecimiento, exención del servicio militar regular y paga, así como otras muy definitorias del carácter de la colonización española, como eran la concesión de tierras de “realengo” y la exención del trabajo personal gratuito. En un primer momento la respuesta fue favorable, pues para muchos filipinos todavía se trataba de una guerra contra un desconocido invasor, al que las autoridades religiosas no cesaban de presentar con las más sombrías tintas y recalcar su protestantismo. Pero la ausencia de reformas y la llegada de Aguinaldo con sus ayudantes y otros jefes a bordo del McCulloch el 24 de Mayo hizo cambiar radicalmente la situación, y ante las proclamas del líder independentista, los recién alistados decidieron cambiar de bando, mientras cundía la deserción entre las tropas regulares indígenas. Ya no se trataba de luchar contra un invasor, sino de aprovechar la ocasión para lograr la independencia, y desde luego, era ingenuo creer que con tan escasas concesiones y arengas se lo- 5 Cfr en RODRÍGUEZ GONZÁLEZ, A.R.: La caída de Manila. Estudios en torno a un informe consular, Asociación Española de Estudios del Pacifico. Madrid, 2000. Revista de Historia Militar, II extraordinario de 2019, pp. 235-252. ISSN: 0482-5748


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