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238 AGUSTÍN RAMÓN RODRÍGUEZ GONZÁLEZ Los ataques contra Manila empezaron el día 5 de Junio, con el apoyo de los cañones incautados en el arsenal de Cavite y otros pequeños, de manufactura local y de avancarga, las “lantacas”. Pese a que la artillería de campaña española no era mejor que en Santiago, constituyó la base de la defensa, cerrando con su fuego los muchos espacios abiertos en las defensas. El general filipino Montenegro atacó con sus fuerzas Santolán, donde estaban los depósitos de agua que surtían a la ciudad, aunque vió rechazado su ataque, la guarnición quedó en tal situación que se decidió retirarla. El alcalde de Manila Sr del Saz Orozco, solicitó que dejaran continuar el suministro, a lo que se negaron arguyendo su importancia militar para asegurar la rendición de la plaza. Gracias a otros depósitos, pozos y aljibes que recogían la de lluvia y al Pasig, la ciudad pudo subsanar en parte la pérdida. Peor era la situación alimenticia, pues pronto faltaron la harina y el vino, alimentos básicos de los europeos, aunque no el arroz y la carne de carabao, propios de los indígenas. Pese a draconianos bandos, no se pudo evitar ni la escasez, ni el alza de precios ni el acaparamiento. Los combates seguían en las líneas de defensa, especialmente en los blocaos n° 14 y 15, y aunque los ataques eran rechazados, las bajas, la tensión y el cansancio, unidos a la larga exposición al sol y a la lluvia, con el suelo constantemente embarrado, iban minando junto con las enfermedades, la capacidad de las tropas. A ello se unía la continua deserción de unidades indígenas, incluso de carabineros, tras matar a sus mandos. Pese a ello, y hasta el último momento, hubo filipinos que lucharon en las tropas españolas. El 12 de Junio se proclamó oficialmente el nacimiento de la República de Filipinas en Cavite, con grandes festejos y celebraciones. Pero las invitaciones enviadas a las autoridades de otros países, incluso a las de los EE.UU, sólo recibieron el silencio, pues en la época del Imperialismo no se podía concebir la autodeterminación de una ex-colonia asiática, sólo el que cambiara de manos. Y ni siquiera el Japón Meijí, que pese a la afinidad racial, tenía gran interés por heredar en todo o en parte el dominio español, dió su reconocimiento al nuevo y efímero estado. Mientras, y con gran retraso, empezaban a llegar las tropas de tierra americanas para decidir la contienda, al mando de Wesley Merritt. El 30 de junio llegaron los 2.500 hombres del general Anderson, el 17 de Julio, Greene con otros 3.800 y el 26 de Julio McArthur con otros 4.800, pocos de ellos eran regulares. Con ellos llegaron municiones, carbón y repuestos para los buques de Dewey, y de refuerzo el crucero protegido Charleston y los monitores Monterey y Monadnock que tuvieron que atravesar el Pacífico remolcados por los transportes de tropas. Revista de Historia Militar, II extraordinario de 2019, pp. 238-252. ISSN: 0482-5748


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