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278 LÓPEZ DE LA ASUNCIÓN y LEIVA RAMÍREZ SEGUNDA. Los sitiados deponen las armas, haciendo entrega de ellas al jefe de la columna sitiadora, como también los equipos de guerra y demás efectos pertenecientes al Gobierno Estado Español. TERCERA. Que en consideración a que la soberanía de España en estas islas ha dejado de existir, no queda como prisionera de guerra la fuerza sitiada, siendo conducida por las fuerzas republicanas a donde se encuentren fuerzas españolas o lugar seguro para poderse incorporar a ellas. CUARTA. Respetar los intereses particulares sin causar ofensa a las personas. Y para los fines a que haya lugar, se levanta la presente acta por duplicado, firmándola los señores siguientes: El Teniente Coronel Jefe de la columna sitiadora, Simón Terson. = El Comandante, Nemesio Bartolomé. = Capitán, Francisco T. Ponce. 2º Teniente Comandante de la fuerza sitiada, Saturnino Martín. = El Médico, Rogelio Vigil». Terminaba así el sitio de Baler, ejemplo de resistencia y superación ante la adversidad, como sus sitiadores tuvieron la grandeza de reconocer. Cuando lo fácil hubiera sido ceder, ellos antepusieron su deber a cualquiera otra circunstancia, en la iglesia de Baler, lo colectivo, es decir, el compromiso que los había llevado hasta allí: defender un territorio español, siempre se situó por encima de lo personal. Después de la capitulación los padres López y Minaya permanecieron en Baler. No regresarían a Manila hasta agosto de 1900 después de haber sido liberados el 3 de junio de 1900 por una columna americana. La columna con los españoles salió de Baler el 7 de junio por la tarde, el 9 llegaron a Pantabangán donde permanecieron tres días. La noche del 11 un grupo de hombres armados con bolos y fusiles atacaron el alojamiento que compartían los oficiales españoles y algunos soldados. Al teniente Vigil lo encontraron maniatado en el suelo mientras que algunos soldados y el teniente Martín lograron salvar la vida saltando por la ventana. El asalto estuvo instigado por los desertores españoles con la connivencia de algunos filipinos y el objetivo principal no era otro que el jefe del destacamento. Al día siguiente camino de Bongabong robaron toda la documentación del destacamento y el equipaje que iban a lomos de un carabao escoltado por el cazador Domingo Castro Camarena, al que le dieron una soberana paliza. El 14 llegaron a Cabanatuán. En el hospital atendieron al teniente Martín y un soldado herido en el ataque del día 11. En este punto quedaron varios días, mientras la columna que los escoltaba siguió su camino hasta Nueva Vizcaya. Revista de Historia Militar, II extraordinario de 2019, pp. 278-300. ISSN: 0482-5748


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