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62 LUIS E. TOGORES SÁNCHEZ Filipinas en la que incidía, esencialmente, en la necesidad de modernizar los buques allí destinados. En ella decía27: «(...) cuando los sucesos parecen precipitarse en el Imperio Chino; cuando tenemos al Norte y como tocándolo el del Japón, de cuyos países han ido siempre las invasiones a Filipinas; cuando ambas potencias cuentan ya con fuerzas navales de vapor muy superiores a las nuestras y cuando, por último, los mismos representantes europeos se apresuran a pedir a sus respectivos países el aumento de sus escuadras en los mares de Oriente (...) se necesita hacer un gasto de cincuenta millones de reales, por lo menos, para poner a Filipinas en estado de defensa, que hoy reclama de consuno la gloria de nuestra bandera y los intereses más sagrados de la patria». Este programa -fundamental para las Filipinas- no llegó a ser puesto en marcha, como tampoco lo fueron los de Pavía en 1883, Antequera en 1884, Moret 1885 y Beránger de 1886, en los que se demuestra una preocupación fruto de la necesidad, esencialmente por parte de la Armada, al tiempo que un abandono de lado de la clase política madrileña. Los sucesos de Borneo y Carolinas hicieron extenderse los temores de los sectores de la marina de guerra a diversos grupos de la opinión pública, lo que permitió el nacimiento de la ley Rodríguez Arias de 188728. Este plan se llevaría adelante unos años más tarde siendo ministro Beránger, con el que se intentarían subsanar las inmensas carencias que sufrían las fuerzas navales en las Filipinas. Los tres primeros cruceros que entraron en servicio durante la Restauración fueron enviados al Pacífico, siendo en el año 1890 renovadas las fuerzas navales españolas de Filipinas, incluso antes que las destinadas a las Antillas. Se enviaron a aquellas aguas seis cruceros, varios transportes armados, tres grandes cañoneras y una veintena de buques menores, lo que, sin ser plenamente satisfactorio, resultaba una fuerza asombrosamente poderosa respeto a las viejas goletas y corbetas de madera y los ya casi inútiles cañoneros de vapor hasta entonces en servicio29. Con todo, estas fuerzas sólo eran adecuadas para misiones de policía y combatir contra pequeñas revueltas de carácter local, pero totalmente insuficientes para enfrentarse a una escuadra de corte moderno como fue la del almirante norteamericano Dewey. 27 DURÁN Y LIRA, Almirante Santiago: Las Islas Filipinas y sus fuerzas navales, memoria dirigida al Consejo de Ministros, por el de Marina, mayo de 1880. 28 Vid. RODRÍGUEZ, A.: op. cit., pp. 233 y ss. 29 RODRÍGUEZ, Agustín: “España y Japón ante la crisis de 1989. Antecedentes e hipótesis”, en Mar Oceana, núm. 1, Madrid 1994. Revista de Historia Militar, II extraordinario de 2019, pp. 62-86. ISSN: 0482-5748


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