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Revista_Ejercito_946

SECCIONES - OBSERVATORIO INTERNACIONAL LA LUCHA POR EL AGUA ENFRENTA A EGIPTO CON ETIOPÍA Y SUDÁN Alberto Pérez Moreno Coronel de Infantería DEM retirado En un momento en que crece la preocupación por el cambio climático y cada vez se considera más importante controlar los recursos hídricos, la disputa por el agua del Nilo que enfrenta a Egipto, Etiopía y Sudán parece haber cobrado una nueva dimensión. Un conflicto de intereses que en concreto se centra en el volumen y rapidez de llenado de la Gran Presa del Renacimiento de Etiopía en el Nilo Azul, (conocida como GERD, por sus siglas en inglés), algo que también afecta al resto de los países ribereños. Aunque la mediación de Rusia, y sobre todo de EEUU, parece haber reducido de nivel la disputa, todavía quedan puntos por resolver definitivamente para evitar un enfrentamiento que habría podido tener un efecto desestabilizador en una región acosada por disturbios étnicos, transición política y la amenaza yihadista. LA PRESA DEL RENACIMIENTO Y LOS PUNTOS DE FRICCIÓN QUE ENTRAÑA La presa GERD situada en el Nilo Azul, a 40 km de la frontera de Etiopía con Sudán, comenzó a construirse en 2011, está completada en un 70 % y con sus 74 000 millones de m3 de agua embalsada es una de las mayores presas del mundo que podría llegar a generar 6450 MW de electricidad —tres veces más que Asuán— pero inundará 1680 km2  de bosque y desplazará a unas 20 000 personas1. Meles Zenawi, el entonces líder de Etiopia, anunció la construcción de GERD como un hito que permitiría el desarrollo del país al proporcionar un 65 % de energía, pero también generaría beneficios a otros Estados, incluido Egipto, al poder comprar electricidad barata, y además, contribuiría a aliviar el peligro de las inundaciones. Las declaraciones de Zenawi alarmaron a Egipto, puesto que el Nilo es un problema existencial para un país de  100 millones de habitantes que recibe del rio cerca del 90 % de agua dulce, es esencial para un sector agrícola que representa un 28 % de su fuerza laboral, y la presa de Asuán produce el 10 % de energía. Y si a esto se une que la mayoría de las aguas proceden del Nilo Azul, se comprende que Egipto estuviese preocupado por la construcción de la presa del Renacimiento, y especialmente por la velocidad de llenado, que Etiopía pretendía realizar en un periodo de cuatro a siete años, algo que «impactaría negativamente en el suministro a Egipto y causaría perdidas en la generación de energía en Asuán», como indicó la Organización Internacional de los Ríos, que de esta forma respaldaba la sugerencia de Egipto de llenarlo en quince años2. La reacción de Egipto fue hacer valer los derechos históricos que tenía sobre el agua del Nilo desde el Tratado Anglo-Egipcio de  1929 y el pacto de  1959 entre la entonces República Árabe Unida y Sudán que daba a Egipto 55 500 m3 y 18 000 a Sudán del caudal del Nilo, y además el veto a Egipto sobre cualquier proyecto agua arriba. El siguiente paso de Egipto fue declarar la «inviabilidad de nuestra cuota de agua», rechazando así algunas partes clave del Acuerdo Marco Cooperativo (CFA), que iniciado en 1997, recoge los derechos y obligaciones de la gestión compartida de los recursos hídricos de la cuenca del Nilo. Además, Egipto entabló conversaciones con Burundi, Sudán del Sur, Kenia y Uganda tratando de alargar la ratificación del CFA que hasta 2010 solo habían firmado cinco de las once naciones ribereñas, aunque Etiopía, que había declarado que el CFA «no tiene ninguna aplicación en Etiopía» puesto que no formaba parte del tratado, también lo ratificó en 20133. La firma en Jartum de una Declaración de Principios en 2015 en la que Egipto, Etiopía y Sudán se comprometían a compartir equitativamente el agua 100  /  Revista Ejército n.º 946 • enero/febrero 2020


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