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las proximidades de Certima, se haría evidente que existían movimientos e instalaciones provisionales de campamentos militares de tropas celtibéricas en relación a los movimientos de las tropas romanas. Ello habla de un tablero de juego complejo, con estrategias anticipadas en un modelo de guerra muy lejano del tópico de guerra de guerrillas que se atribuye a los pueblos celtiberos como única forma de guerra. Como ha estudiado especialmente Quesada, la defensa de los celtíberos adoptaba, en numerosas ocasiones, el modelo de batalla organizada en campo abierto. Gracia añade que esto quedó demostrado en las sublevaciones de los años 206-205 y 195 a. C., y que era un tipo de combate al que estaban acostumbrados cuando luchaban entre tribus. Liv. (40.49) atribuye a Graco una devastación de la Celtiberia por la que se rendirían 103 oppida. Polibio elevó esta cifra a 300 (según Str. 3.4.13). Posidonio, más prudente, matiza que no todas eran ciudades y que se habían sumado castellum, es decir, torres o poblados menores fortificados (Str 3.4.13). Debemos recordar que, en el contexto belicista entre tribus, clanes y poblados, entre los siglos iv y ii a. C., se había desarrollado una arquitectura defensiva cada vez más compleja. Aun así, tras aquella devastación, los celtíberos contraatacaron más tarde y Roma se vio obligada a trasladar su estrategia al valle del Ebro, en un gesto defensivo, para proteger la ciudad de Caravis, celtibérica y aliada suya, que había sido sitiada por los celtíberos (Ap. Iber, 43). En el año 179 a. C. se libró una gran batalla en las proximidades del mons Chaunus, el Moncayo, donde fue derrotado un numeroso ejército celtibérico (Liv. 40.50). Las agresivas campañas de Graco concluyeron con algunas deditiones, acuerdos de rendición, pactadas por las diferentes comunidades, lo que muestra una vez más que las distintas ciudades celtibéricas continuaban siendo autónomas. Estos pactos fueron respetados durante décadas, hasta el inicio de la segunda guerra celtibérica, que se desarrolló, como es sabido, entre los años 154 y 133 a. C. LA SEGUNDA GUERRA CELTIBÉRICA Hay una variación destacable en el relato de las fuentes de la segunda guerra celtibérica: en estas narraciones utilizan la palabra romana civitas y diferencian 74  /  Revista Ejército n.º 946 • enero/febrero 2020 identidades superiores de carácter suprapolítico, populi o ethné, que reúnen varias civitates. Ya no se referirán a un genérico celtíberos sino a arévacos, belos, titos y lusones, y más tarde cita a los pelendones. No obstante, la ciudad, autónoma, independiente, seguirá siendo citada como principal actor político en la guerra. No podemos calcular el daño que las guerras mantenidas hasta esta fecha causaron en las poblaciones celtibéricas, pero hubo de ser elevado si releemos el número de bajas celtibéricas y consideramos las consecuencias sociales y económicas de una larga guerra. Los años entre ambas guerras debieron de servir para una relativa recuperación económica y poblacional. La paz se debió no solo a un supuesto cumplimiento riguroso de los pactos con Graco, sino también a circunstancias políticas internas de la propia Roma y a un traslado de sus objetivos militares al este del Mediterráneo. Aun así, tenemos noticias de una embajada de representantes de las provincias Citerior y Ulterior a Roma para protestar por las gravosas condiciones que se les habían impuesto. En el contexto belicista entre tribus, clanes y poblados, entre los siglos iv y ii a. C., se había desarrollado una arquitectura defensiva cada vez más compleja El casus belli para el inicio de la segunda guerra fue la acusación de Roma a la ciudad celtibérica de Segeda en Poyo de Mara, Zaragoza, por haber ampliado su muralla (Ap. Iber, 44; Diod. 31.39; Flor. 1. 34.3). Los segedenses adujeron que interpretaban la prohibición de Graco, en el tratado firmado el año 179 a. C., en el sentido de no levantar nuevas murallas, no como prohibición de ampliar la existente. Los segedenses, belos, habrían ampliado la muralla para dar cabida en la ciudad a los titos, vecinos, según Apiano (Iber, 44), en un proceso de sinecismo definido por Burillo. En el año 154 a. C. Roma declara la guerra a Segeda (Ap. Iber, 44). Conocemos el hecho de que las elecciones de los comicios se adelantaron a las calendas de enero en lugar de Legionario romano las de marzo (Liv per. 47, 13-14) para


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