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revista de aeronáutica y astronáutica / marzo 2019 generación Stealth (parte 3) 181 por estas superpotencias, tanto en la forma del AMCA indio como el TF-X turco, así como del Mitsubishi F-3 japonés. En todos estos casos, y a diferencia de los diseños americanos, la sección transversal de radar posterior presentaría, siempre según la información e imágenes disponibles a la hora de escribir esta reseña, de grandes deficiencias en materia de baja observabilidad, desconociendo en cualquier caso los niveles de excelencia alcanzados en términos geométricos, ajustes y grado de tolerancias alcanzados en las distintas secciones, nivel LPI y eficiencia de sus diferentes sistemas. Es precisa y paradójicamente la valoración global del desarrollo de los programas actuales, tantos de la propia nación usuaria como de los potenciales rivales a quienes se habría de enfrentar, lo que ha demostrado la dificultad de alcanzar la excelencia operativa en todas las áreas de actuación demandadas a los actuales exponentes del state of the art tanto de combate como de transporte, dada tanto la alta complejidad a nivel de sistemas alcanzada en la actualidad fruto de la emisión de requisitos que han demandado la agrupación de diferentes capacidades en un mismo avión. A ello se le suma un cada vez más denso teatro de operaciones, en el que destaca no solo la posible amenaza de nuevos activos aéreos, sino también la proliferación de defensas aéreas de última generación dotadas de los más modernos sistemas de búsqueda y seguimiento de objetivos, capaces de localizar y seguir aviones dotados de tecnología furtiva a unas distancias impensables hasta hace unos pocos años, provocando este conjunto la paulatina desaparición de la situación asimétrica actual. Esta complejidad ha adelantado en el tiempo el desarrollo de una sexta generación en la que el avión resultante, por sí mismo e independientemente de la complejidad e incluso de la efectividad que pudiera lograr, no es el protagonista, sino la punta de lanza de un conjunto de activos, interactuando todos ellos a través de una nube de combate que permita disponer en tiempo real de toda la información detectada, analizada, sintetizada, compactada y enviada por cada uno de los activos integrados en la red. En este sentido, tanto el binomio Airbus-Dassault con su concepto NGWS (Next Generation Weapon System) compuesto tanto por su Next Generation Fighter como por sus Remote Carriers, así como BaE y su Tempest (y el desarrollo fruto de las experiencias con el LANCA), han optado hasta el momento por una aproximación más convencional, teniendo en mente el desarrollo de un sistema que sea el state of art en el momento en el que entre en servicio en materia de actuaciones y capacidades. Por ello, llama la atención la reciente re-conceptualización por parte de la USAF, cuya visión, si bien permitiría disponer de una serie de activos más orientados que otros a algunas tareas específicas y a la vez desplegar la tecnología más actual disponible, también deja muchas incógnitas, entre ellas el éxito individual de cada uno de los futuros integrantes de la llamada «digital century series» tanto por sus características en términos de vida media reducida dada su, digamos, «obsolescencia programada» (con todas las consecuencias que ello conlleva) como por su especialización, si bien es cierto que abarataría a futuro los costes operativos al no tener, entre otros factores, que mantenerlos en estado operacional más allá de su vida de diseño (a no ser que alguno de ellos demuestre ser especialmente prometedor). Especial prominencia tendrán


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