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CONFLICTOS LATENTES: TICOS, NICAS Y EN MEDIO EL RÍO SAN JUAN Río San Juan Ticos y nicas, así es como popularmente se conoce en Iberoamérica a costarricenses y nicaragüenses; dos pueblos hermanos que, desde el nacimiento de ambas repúblicas hasta hoy, han sido incapaces de solucionar un diferendo territorial que mantiene una innecesaria tensión en esa parte del mundo que, por el contrario, tendría que estar dedicando sus esfuerzos a la cooperación regional. Con este artículo, uno más de la serie Conflictos latentes, el autor nos ilustra sobre el fondo de la cuestión Raúl Suevos Barrero Coronel de Infantería retirado Ticos y nicas; así es como popularmente se conoce en Iberoamérica a costarricenses y nicaragüenses, dos pueblos hermanos que, desde el nacimiento de ambas repúblicas hasta hoy, han sido incapaces de solucionar un diferendo territorial que mantiene una innecesaria tensión en esa parte del mundo que, por el contrario, tendría que estar dedicando sus esfuerzos a la cooperación regional. Veamos el fondo de la cuestión. EL INICIO COLOMBINO La costa centroamericana fue explorada por primera vez por Rodrigo de Bastidas en 1501, quien llevaba como piloto al famoso Juan de la Cosa (autor 10  /  Revista Ejército n.º 947 • marzo 2020 de esa maravillosa carta de navegar que lleva su nombre y que custodia el Museo Naval de Madrid), el cual moriría por aquellos pagos en una expedición posterior. Navegaron, subiendo la costa hacia el norte, hasta un punto que llamó Escribano. Un año más tarde, viniendo en dirección contraria, llegaría el almirante Cristóbal Colón, en su cuarto y último viaje, quien, desconociendo lo de Bastidas, le daría el nombre de Retrete, aunque se ignora la razón de tan escatológico bautizo. Hoy tal lugar tiene y se conoce por un nombre de más altura, Nombre de Dios. El almirante, en ese viaje señalado, llega desde La Española en busca del paso hacia Cipango (Japón) y toca en la isla de Guanajá, hoy una de las del archipiélago de Roatán, frente a la costa hondureña. De allí salta a la actual Trujillo, ya en la costa centroamericana, y desde ese punto baja costeando hasta Nombre de Dios y funda por el camino Portobelo, que aún mantiene el nombre. Estos hombres fueron los que quitaron el velo que cubría la existencia de esas costas, es decir, las descubrieron, por más que hoy en día la semántica de las palabras se use como arma de destrucción político-cultural. Las concesiones oficiales que llevaban les autorizaban a «rescatar», que era como entonces se decía el mercadeo, que consistía en cambiar bagatelas europeas por oro y perlas; un gran negocio. Algunos también tomaban esclavos, por lo que eran apresados y multados a su regreso, pues iba en contra de las Leyes de Indias. La ley se saltaba frecuentemente y la lejanía y precariedad de las comunicaciones dejaba muchos atropellos sin su justo castigo. Descubrimiento y conquista.


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