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No demasiados países tan pequeños
en el mundo gozan de un emplazamiento
estratégico en la geopolítica
mundial como Yibuti, ya que, junto
con el vecino Yemen, supone las puertas
del tránsito del comercio mundial
al mar Rojo a través del estrecho de
Bab el-Mandeb hasta el Canal de
Suez y de ahí a Europa1.
Existen otros estrechos marítimos
de gran importancia estratégica en
el mundo, como el de Ormuz (golfo
Pérsico) y Malaca (océano Índico)2.
Ormuz es el estrecho más importante
del mundo por ser paso obligado
del tráfico marítimo que transporta
las exportaciones de petróleo de los
países del Golfo3. Así, el estrecho de
Bab el-Mandeb que flanquean Yibuti
y Yemen supone el cuarto corredor
comercial marítimo del mundo. Por
el estrecho pasan anualmente unos
30 000 buques cisterna de petróleo
(cuatro millones de barriles diarios).
Aproximadamente, el 40 % de lo
transportado mundialmente, con Europa
como principal destino4.
Con estos datos podemos concluir
claramente que Bab el-Mandeb y Yibuti,
uno de sus custodios, no solo
es paso obligado de las mercancías
que se intercambian entre Europa y
Asia, sino que su control es clave en
la geopolítica mundial5.
YIBUTI EN EL AVISPERO DE LA
INESTABILIDAD
Como ha quedado claro, la presencia
de actores de peso mundial en Yibuti
responde a claras motivaciones de
carácter comercial. El control del estrecho
que da acceso al mar Rojo y el
asegurarse la estabilidad de la zona y
del tránsito marítimo es una prioridad.
La seguridad y estabilidad en la zona
se antoja fundamental para poder llevar
a cabo actividades comerciales y,
precisamente en el caso de Yibuti, la
vecindad es tremendamente compleja.
Yemen
Frente a las costas de Yibuti encontramos
la República de Yemen. En la actualidad,
el país sufre una grave crisis
humanitaria que se ve espoleada por
la guerra civil que sigue latente desde
2015, con la intervención militar
de potencias regionales como Arabia
Saudí o Emiratos Árabes Unidos.
Conviene resaltar que este conflicto
civil, de magnitud aparentemente
regional, tiene un potencial impacto
mundial. Como hemos mencionado,
el estrecho de Ormuz es el más importante
en cuanto a tráfico de hidrocarburos
y está prácticamente controlado
por Irán. La República Islámica
de Irán es rival geopolítico de Arabia
Saudí y de Estados Unidos, y se ha dejado
ver un claro apoyo a una facción
de la guerra yemení, concretamente a
la de los rebeldes hutíes6, estrechos
aliados de Irán (ambos chiíes). Este
grupo, a día de hoy, domina amplias
zonas de Yemen, a pesar de que está
siendo duramente castigado por la
coalición liderada por Arabia Saudí.
Así mismo, habría que añadir la presencia
de Al Qaeda, la cual ha sido una
constante creciente, que les ha llevado
a controlar parte del país.
Entonces, ¿qué implicaciones tiene
todo este juego de alianzas y apoyos
en el comercio mundial? si los hutíes
se afianzan en sus zonas de control,
indirectamente por su alta dependencia
de Irán, la potencia persa estará
controlando los dos corredores comerciales
marítimos más importantes
de la península arábiga: Ormuz y
Bab el-Mandeb.
¿Quién no está por permitir eso? Las
potencias que hemos mencionado
con presencia militar en Yibuti y que
no están dispuestas a delegar el control
del tránsito marítimo hacia el canal
de Suez en una potencia rival en
la geopolítica mundial como es Irán.
Para colmar el vaso, recientemente
los secesionistas de Yemen del Sur
se han declarado autónomos y la vieja
bandera del país ha vuelto a ondear
en Adén, la principal ciudad portuaria
donde, en teoría, se ubica el gobierno
internacionalmente reconocido de
Hadi. Este movimiento, apoyado por
Emiratos Árabes Unidos y rechazado
por Hadi y Arabia Saudí amenaza con
desatar una nueva guerra interna entre
los apoyados por Abu Dabi y Riad.
Por tanto, frente al foco de inestabilidad
que es Yemen se alza la balsa
de aceite que es Yibuti, con unas
fronteras abiertas a la inversión extranjera.
Somalia
Considerado un Estado fallido ya de
manera crónica desde hace décadas,
con una estructura territorial en avanzada
descomposición, con la práctica
independencia y autogobierno de las
regiones de Puntlandia y Somalilandia,
los cuales poseen Constitución,
moneda y gobierno propio e incluso
un mejor desarrollo económico, además
de mayor estabilidad política que
Somalia.
Mientras que estos dos Estados (no
reconocidos internacionalmente)
muestran una situación mejor, que no
buena, respecto a la matriz de Somalia,
esta última se encuentra sumida
en el terror de la guerra provocada por
el grupo terrorista Al-Shabab, filial de
Al Qaeda en la región desde 2012.
Este grupo ha extendido sus tentáculos
de terror a países vecinos, especialmente
a Kenia7, donde ha golpeado
en repetidas ocasiones, lo que ha
afectado a la estabilidad del país y a su
importante industria del turismo.
A esto se debe añadir el agravante de
que desde julio de 2011 atraviesa una
de las peores crisis alimentarias de su
historia debido a una cruenta sequía
que amenaza la vida de tres millones
de personas. Por si esto fuera poco,
Kenia, Etiopía y Somalia están siendo
muy duramente azotadas por una
inusual plaga de langostas como no
se veía desde hacía 30 años. La plaga
que ha arrasado los ya exiguos cultivos
de la región, amenaza con desatar
una crisis migratoria de millones
de personas ante la imposibilidad de
subsistir en las zonas afectadas. Así
las cosas, el Gobierno internacionalmente
reconocido de Somalia apenas
controla unas decenas de kilómetros
cuadrados alrededor de la capital,
Mogadiscio, y de algún núcleo del interior.
Por lo tanto, está clara cuál puede ser
la motivación extra que albergan de
cara a Somalia los países que tienen
presencia en Yibuti, la cual no es otra
que la de luchar contra el foco de inestabilidad
que supone Al-Shabab y, en
menor medida, la piratería somalí, que