retrasar cualquier movimiento ofensivo
el uso masivo de minas. Por ello
se colocaron unos 5 millones y quería
que esta cifra llegara a los 20 millones,
cosa que no consiguió. Su prolífica
imaginación ideó obstáculos en las
posibles zonas de aterrizaje de paracaidistas
(los denominados espárragos
de Rommel), estacas de madera
de unos 3 metros de altura coronados
por una mina o artefacto explosivo.
Este trabajo extensivo de fortificación
apresurado tenía una parte negativa:
las tropas empleaban muchas horas
en estas tareas, horas que no dedicaban
a perfeccionar su adiestramiento.
Y visto que no eran unidades de primera
categoría, esto resultaba de la
mayor importancia.
En su afán por rechazar la invasión,
Rommel sugirió que las unidades de
artillería antiaérea de la Luftwaffe estuvieran
bajo su control. Quería aprovechar
los poderosos efectos de la
pieza 88 mm en su función anticarro.
Pero, de nuevo, su petición fue desoída
por el alto mando del OKW.
Además, el lugar exacto en el que se
produciría la invasión seguía siendo
una incógnita. Se disponía de escasa
información mediante el espionaje y la
debilidad de la Luftwaffe no permitía
que el reconocimiento aéreo levantara
el velo que cubría el sur de Inglaterra.
Los aliados iniciaron una campaña de
Rommel inspeccionando El Muro del Atlántico
desinformación que tuvo gran éxito
al confirmar las sospechas alemanas
sobre la zona de desembarco en el
paso de Calais. La denominada operación
52 / Revista Ejército n.º 950 • junio 2020
Fortaleza Sur (existía una operación
Fortaleza Norte para mantener
tropas alemanas en Noruega) hizo
creer al OKW que toda operación que
se realizara en la zona sería una finta
respecto a la operación principal, que
tendría lugar en Calais.
La debilidad de
la Luftwaffe no
permitía que el
reconocimiento
aéreo levantara el
velo que cubría el
sur de Inglaterra
En vísperas de la invasión, la situación
era la siguiente: el OKW había llegado
a una solución de compromiso que no
satisfacía ni a Rundstedt ni a Rommel
respecto al lugar en el que distribuir
sus unidades Panzer para rechazar
la invasión. Ni Rundstedt consiguió
su reserva para el contraataque ni
Rommel las tropas acorazadas para
su defensa en las playas, y las divisiones
Panzer quedaron bajo el control
exclusivo del OKW. Para empeorar las
cosas, las obras del Muro del Atlántico
no pasaban del 40 % de lo previsto.
El desembarco se produjo el 6 de junio
en la zona de Normandía. Como
acertadamente predijo Rommel, una
vez que los aliados occidentales (principalmente
estadounidenses, británicos
y canadienses) consiguieron
crear cabezas de puente en la costa,
unirlas y consolidarlas fue ya imposible
devolverlos al mar. Los refuerzos
alemanes no consiguieron llegar a la
zona ni en el momento ni en la cantidad
adecuada, pues llegaron muy
fraccionados en kampgruppe o grupos
de combate que podían mantener
la línea de frente pero no iniciar operaciones
ofensivas de entidad. Todo
esto se produjo debido al efecto paralizador
de la aviación táctica y estratégica,
que impedía la concentración
y el movimiento de las unidades hasta
sus zonas de despliegue durante el
día, tal y como había supuesto Rommel,
haciendo solo relativamente seguro
su movimiento en las cortas noches
de verano. El propio Rommel fue
gravemente herido por un ataque aéreo
que sufrió en un viaje de inspección
al cuartel general de una de sus
divisiones de infantería.