JOSÉ GALBIS RODRÍGUEZ. SIETE INSTANTÁNEAS 227
a reconocer personalmente las líneas, ni organizar su defensa, limitándome
a recoger informes de los pescadores de aquellas zonas. Por ello, solicité
de las autoridades marítimas la defensa en las bahías por medio de los
barcos de guerra de que disponían, que, desgraciadamente, se reducían a
un pequeño cañonero y una lancha cañonera. Con tan pobre defensa, a los
cinco días emprendí la marcha de un convoy de 40 lanchas (acompañado
por el capitán de ingenieros Don Miguel Manella, que había sido puesto a
mis órdenes para dirigir las obras de ingeniería que fueran necesarias), y
una escolta de cuatro soldados en cada lancha, para rechazar los posibles
ataques de los insurrectos desde las orillas, sobre todo en los canales, que
según informes, tenían algunos kilómetros de longitud, con trozos en que su
anchura no pasaba de cinco metros. En solo cinco días, llevamos el convoy
a Nuevitas, cargado con gran cantidad de víveres, sin haber sufrido ataque
alguno de los enemigos, tal vez, porque no tuvieran tiempo de percatarse de
nuestro propósito. Por esta operación fui felicitado telegráficamente por el
general Salcedo».
«Sitiado Santiago de Cuba, se realizó una reunión en Puerto Príncipe,
a la que concurrieron todos los generales y oficiales de Estado Mayor
del ejército de Camagüey, que entonces mandaba (ya de Teniente general)
Salcedo y como consecuencia éste me designó para llevar a La Habana una
propuesta, formulada, de acuerdo con dicha junta (a la que asistí), ofreciendo
al Capitán General marchar con ese ejército hacia Santiago para atacar
por la espalda a los sitiadores de aquella plaza. Esta comisión me obligó a
realizar un arriesgado viaje, sin descanso que comprendió, marchar desde
Puerto Príncipe a Nuevitas en el ferrocarril de vía estrecha existente; continuar
por la vía marítima Nuevitas Caibarien, en la mejor lancha de que
disponía, con la escolta exclusiva de los cuatro soldados alojados en ella;
desde este último puerto, en locomotora hasta La Habana. Felizmente tuve,
en la parte marítima, viento muy favorable, lo que redujo ese recorrido a
tres días y el total a menos de cuatro. Llegué a Capitanía General a las tres
de la madrugada, y por razón de la urgencia de la propuesta, obligué a levantar
al general Blanco; este leyó con detenimiento la comunicación, me
obligó a razonársela y detallarla; convocó a los generales residentes en La
Habana para las 8 de la mañana siguiente. Examinaron estos la propuesta y
la juzgaron irrealizable. No satisfecho Blanco con ese informe, heliografió a
Linares pidiendo su colaboración simultánea con el proyectado ataque a los
norteamericanos. Este general contestó que sus tropas no podían realizarlo
por estar agotadas, y entonces Blanco, agradecido a las tropas del Camagüey,
negó la autorización pedida, y me ordenó regresar inmediatamente,
Así lo hice, aunque más despacio (cinco días) que la otra vez, por encontrar
Revista de Historia Militar, 127 (2020), pp. 227-232. ISSN: 0482-5748