puesto que sienta las bases de lo que
será el PRI, Partido Revolucionario
Institucional, oxímoron increíble por
singular, que controlará férreamente
el país hasta hace pocos años.
Casi siempre
son los caudillos
militares los que
se encuentran al
frente del país
En Argentina asistimos al encumbramiento
de los caudillos desde los primeros
momentos, quedándonos la
gran incógnita personal de San Martín
y su autoexilio. Allí, tras generales
como Urquiza, Mitre o Rosas, veremos
la aniquilación de los indígenas
pampeños, ya sin la protección de la
corona, con la llegada del ferrocarril
y la dirección militar de Roca, dirección
que luego será presidencial.
Solo un caudillo se sale de la norma
en los primeros tiempos, el Protector
de los pueblos de la Banda Oriental
del Uruguay, Gervasio Artigas, que,
yendo contra la historia, acabará sus
días exiliado y olvidado en el Paraguay
del doctor Francia. En Buenos
Aires, el guion es sabido, manda la
oligarquía por medio de los caudillos
o miembros de la nueva clase dirigente
y nada cambiará hasta que
ya entrado el siglo xx alcanza el poder
Hipólito Irigoyen que, con el voto
secreto y general para los hombres,
trae un viento nuevo cargado de semillas
que luego fructificarán en forma
de Peronismo, el mismo que durante
décadas ha dirigido al modo
PRI el gran país, entre períodos de
dictadura militar.
Brasil, el gran gigante, se abre a esta
época desde una nueva monarquía
heredera de la portuguesa que mantendrá
un imperio hasta finales del xix,
cuando será derrocada, en el mejor
momento de popularidad de Pedro II,
y sustituida, entre guerras internas y
vecinales, por una dictadura militar
de facto. Este será el régimen normal
en el país durante un siglo, incluyendo
las distintas presidencias de Getulio
Vargas y sus caídas; siempre el estamento
22 / Revista Ejército n.º 952 • julio/agosto 2020
militar de por medio. Habrá
que esperar hasta los ochenta del siglo
xx para que el poder civil acceda al
mando y el Brasil se consolide como
una auténtica democracia de gobierno
representativo.
Otro caso ejemplar es el de Venezuela.
Podríamos decir, sin caer en
César Augusto Sandino
la exageración, que allí lo anormal es
la jefatura civil del Estado, pues vemos
que casi siempre son los caudillos
militares los que se encuentran
al frente del país. Desde el momento
inicial y tras la desaparición de Bolívar,
que antes se había encargado
personalmente de traicionar al precursor
Francisco Miranda, la república
pasará por un periodo convulso
de guerras federales tras las que,