Por ello, tengo la confianza de que
la confluencia de ambas necesidades,
reactivación económica, especialmente
en lo que afecta a la industria, y el
mantenimiento de las capacidades de
nuestra Defensa, aminoren el impacto.
Mientras tanto, con las capacidades disponibles
y con la entrega y compromiso
de los hombres y mujeres de la Armada,
militares y civiles, seguiremos esforzándonos
en cumplir nuestras misiones.
—¿Cómo ha afrontado la Armada
la lucha contra la pandemia?
—Desde el inicio, se reaccionó de
forma rápida y decidida. Para ello, establecimos
una estructura de mando y
control interna para controlar y hacer
frente a los efectos del COVID-19 en
nuestro personal, se cancelaron todas
las actividades de adiestramiento de
la Flota y se implementaron estrictos
protocolos sanitarios para continuar las
actividades imprescindibles, así como la
preparación de las unidades que debían
iniciar su rotación en operaciones internacionales.
Por lo que se refiere a la operación
Balmis, movilizamos múltiples recursos
materiales y hasta 2.748 militares que
han realizado cometidos para los que,
en algunos casos, no nos habíamos preparado,
como las labores de desinfección
y el transporte de material biológico,
entre otros muchos. Sin embargo,
quizás nuestra principal contribución
fue trasladar tranquilidad y esperanza
a nuestros conciudadanos, trabajo que
se ha visto recompensado por el reconocimiento
que de todos ellos hemos
recibido.
Hay que destacar también la labor
del personal de sanidad destinado en la
Armada y la de los que voluntariamente
han apoyado la gestión del Hospital
Central de la Defensa Gómez Ulla, cuya
labor se ha mostrado imprescindible.
Finalmente, se alistaron las unidades de
mayor capacidad hospitalaria de la Armada,
el LHD Juan Carlos I, los BAA
Galicia y Castilla, y los BAC Cantabria
y Patiño, para complementar las necesidades
de cualquier localidad costera,
como de hecho hizo el Galicia en Ceuta
y Melilla.
—En su opinión, ¿cuáles han sido
las lecciones aprendidas?
—Si algo ha demostrado esta grave
crisis es la capacidad de adaptación y
reacción de la Armada a circunstancias
imprevistas, lo que por otro lado es intrínseco
a toda organización militar.
En el ámbito operativo, hemos puesto
en práctica protocolos especiales para
minimizar el riesgo de contagio en las
dotaciones de las unidades próximas a
desplegar y, de esta forma, ser capaces
de mantener nuestra actividad. Asimismo,
el confinamiento y las medidas de
distanciamiento social han hecho vislumbrar
que la enseñanza virtual y el
trabajo y las reuniones on line son herramientas
de gran utilidad y eficacia, cuya
aplicación en el futuro pueden servir
para reducir gastos por desplazamientos
o para mejorar la implantación de
medidas de conciliación familiar.
—¿La operatividad se verá afectada
por la situación económica?
—La nueva situación afecta y va a
afectar a corto plazo al adiestramiento
y la operatividad de las unidades. Para
controlar e intentar minimizar este
efecto, hemos desarrollado un plan de
choque, que he presentado a la ministra
de Defensa y al JEMAD. En lo que se
refiere a la asignación de los recursos
económicos, se da prioridad al sostenimiento
y adiestramiento de aquellas
unidades que se prevé aportar a los despliegues
nacionales e internacionales,
anteponiendo siempre las condiciones
de seguridad del personal y el material.
Será inevitable que esta priorización
24 Revista Española de Defensa Julio/Agosto 2020