720 sobrevolando la Segunda Guerra Mundial
Sobrevolando la
Segunda Guerra Mundial
Antonio Ríos Domínguez
General (retirado) del Ejército del Aire
revista de aeronáutica y astronáutica / septiembre 2020
En este año 2020, del que ya hemos
vivido buena parte, se ha recordado
el 75º aniversario del fin de la
Segunda Guerra Mundial, por lo que
parece un buen momento para repasar
el papel que jugaron las Fuerzas
Aéreas en la misma, papel que por
lo general, no se ha reflejado adecuadamente
en los relatos centrados
en las grandes campañas terrestres,
ni en aquellos de la guerra en el mar.
La aviación ya había hecho sentir
su influencia en la Primera Guerra
Mundial, primero en misiones de
reconocimiento, cuyo éxito fue determinante
en el curso de alguna
batalla y segundo en misiones de
combate, comenzando con la persecución
y terminando con el derribo.
Cuando la guerra llegaba a su fin
se ejecutaron operaciones con más
del millar de aviones, como en marzo
de 1918, cuando la caída del frente
por la desorganización del Quinto
Ejército británico se detuvo gracias
al ataque conjunto de las aviaciones
británica y francesa a la retaguardia
alemana, desbaratando la ofensiva,
siendo el propio Ludendorf quien
atribuyera este fracaso a la aviación
aliada; o en septiembre del mismo
año, cuando unos mil quinientos
aviones jugaron un papel decisivo
en la batalla de St. Mihiel, atacando
sucesivamente con formaciones de
quinientos aviones los salientes, retaguardia
y abastecimientos de la
bolsa alemana; o cuando en el mismo
mes, en Palestina, la aviación
británica provocó la desbandada
del Séptimo Ejército turco. Asimismo
aparecieron los primeros ejemplos
del empleo estratégico de la
aviación, al bombardear objetivos a
«larga distancia» no ligados con las
operaciones en curso.
LOS INICIOS DE LAS FUERZAS
AÉREAS
El primer país en crear una fuerza
aérea del mismo nivel orgánico que
Tierra y Mar fue Gran Bretaña, en
abril de 1918, a raíz de un informe favorable
en este sentido del general
del Royal Army Jan Smuts, interesante
y poco conocido personaje.
En la derrotada Alemania, el general
von Seeckt, que dirigía el rearme
secreto alemán, sancionó en 1923
la creación de una fuerza aérea, que
llegaría a ser la Luftwaffe (Lw), que
sin que se reconociera su existencia
contaba con quince escuadrones en
1931 y fábricas de aviones en otros
países, como Rusia e Italia, donde
también recibían formación militar
las tripulaciones, más allá del amplio
programa de aviación «deportiva»
que se desarrollaba en Alemania.
También en el 1923 se crea en Italia
la Regia Aeronáutica. Francia, país
pionero en aviación y que atravesaba
una tormentosa situación política, al
borde de la guerra civil, también crea
su Armée de l’Air, que poco antes de
la guerra sufriría el retiro del 40 % de
sus oficiales, sustituidos por reservistas
y suboficiales por decisión de su
ministro Pierre Cot, que tras la guerra
se sabría que era agente soviético.
En Japón, el Ejército y la Armada
Imperiales crearon cada uno su propia
fuerza aérea (la mayor parte de la
aviación de la Armada era con base
en tierra) en un ambiente de hostilidad
más que de rivalidad. No se ponían
de acuerdo ni en la guerra que
querían hacer, terrestre orientada a
la guerra con Rusia en Asia y Armada
a la guerra en el Pacífico contra Estados
Unidos. La hostilidad se mantuvo
hasta los años postreros de la guerra
en que convivieron los dos sistemas
de defensa aérea de Japón que no
se comunicaban entre sí.
En Estados Unidos tampoco se
entendían muy bien, siendo el único
país que, formalmente, hizo la guerra
sin fuerza aérea independiente y
sin Ministerio de Defensa, a lo que
se oponían el Army y la Navy, tenien-