Captura del Presidente Emilio Aguinaldo
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Como gobernador político militar de
las Marianas, en Saipán, se nombró
al coronel Blanco, que pese a la derrota
y la distancia permaneció incólume
al servicio de España. Este partió
de Manila el 2 de mayo de 1899,
a bordo del vapor Elcano, con unos
270 voluntarios macabebes fieles a
la causa de España, acompañados
de familiares y de funcionarios, en
total unos 700 individuos. Allí permanecieron
durante casi diez meses,
hasta que recibieron la orden
del Gobierno de España de entregar
las islas a las autoridades alemanas.
La ceremonia de entrega, con honores
militares, se efectuó por parte
española por las fuerzas macabebes
el 17 de noviembre de 1899. Previamente,
las Marianas habían sido
vendidas junto a las Palaos y Carolinas,
el 30 de junio de 1899, por un
total de 25 millones de pesetas.
La futura situación de los macabebes
no iba a resultar fácil de solventar.
Se barajaron varias posibilidades:
continuar como guarnición
pero al servicio de Alemania, su evacuación
a las islas Filipinas a su región
natal o su repatriación a España.
En particular, el coronel Blanco
optó, acompañado por un número
significativo de sus voluntarios de
macabebes, por emigrar a España
y llegó a Barcelona el 16 de junio
de 1900, donde fue triunfalmente
recibido.
GUERRA
FILIPINO-ESTADOUNIDENSE:
LOS EXPLORADORES
MACABEBE Y
EXPLORADORES FILIPINOS
A partir de la firma del Tratado de
París de 1898, el 10 de diciembre
de ese año, España entrega a los
Estados Unidos el archipiélago de
las Filipinas y, a cambio, los Estados
Unidos pagan a España la suma
de 20 millones de dólares. Los filipinos
pronto se sintieron traicionados
y pasaron a considerar a las tropas
estadounidenses como fuerzas
de ocupación. Así, el 4 de febrero
de 1899, los independentistas atacaron
por primera vez a las unidades
estadounidenses estacionadas
en los arrabales de Manila.
Derrotadas en la guerra convencional
(batallas de Caloocan, captura
de Malolos, batalla de Quingua y
batalla de San Jacinto) contra un
ejército que los superaba en adiestramiento
y tecnología, las tropas
patriotas filipinas tuvieron que replegarse
y continuar una guerra de
guerrillas en la cordillera central de
la isla de Luzón. Así empezó una lucha
enconada, típicamente asimétrica,
a la que los yankees no estaban
acostumbrados. Ahora tenían
que enfrentarse a un movimiento insurgente
que contaba con el apoyo
resuelto de la población local, perfectamente
adaptado al terreno y el
clima. Los insurrectos se basan en
la sorpresa y la movilidad, y desarrollan
acciones de golpe y fuga, se
convierten en un enemigo invisible
que, emboscada tras emboscada,
trata de desgastar y desmoralizar a
los estadounidenses.
La mayoría de sus cuadros militares
estadounidenses se habían formado
durante la guerra de Secesión y las
guerras Indias (campañas contra los
pueblos originarios americanos). No
obstante, los estadounidenses tuvieron
que reelaborar muchos de sus
enfoques militares tradicionales, por
lo que las Filipinas se convirtieron en