su experiencia para realizar un filme con
sabor a guerra fría.
Gracias a la política «aislacionista» de
Donald Trump y a la Inglaterra del Brexit,
Baudry tiene la excusa de otorgarle a Francia
el rol que, normalmente, se le asignaba a Esta-dos
Unidos. Al ser la República francesa la
única potencia nuclear que queda en la Unión
Europea, la situación de partida del largome-traje,
con Rusia y China metiendo el dedo en
el ojo de los aliados siempre que pueden, no
chirría demasiado y hasta hace medianamente
creíble el argumento: Rusia invade las islas
Aland —zona desmilitarizada propiedad de
Finlandia—, lo que provoca una tensión
creciente entre la potencia invasora y Francia.
Coyuntura que aprovechan los yihadistas para
meter cizaña y simular que los rusos han
lanzado un misil desde un SSBN. Una teoría
que nuestro «Calcetines» tratará de desmontar
gracias a sus «oídos de oro», pero que llega
tarde: el gobierno francés ha ordenado el
contraataque, en esta ocasión de verdad.
Cinta entretenida que no se libra de los
consabidos errores groseros y secuencias del
todo disparatadas como aquella en la que el
Titán hace superficie para enfrentarse a un
helicóptero armado hasta los dientes. Nada
menos que el comandante blandiendo un
SAM portátil será el encargado de derribar al
pájaro. Una minucia si comparamos la misión
que se encomienda de nuevo el mando cuan-do
sale buceando del submarino de ataque
para buscar él solito al SSBN.
No obstante, si el espectador consigue
superar ese tipo de desatinos —Baudry no
solo copia las cosas buenas de los america-nos,
también las malas—, la película puede
ser bastante disfrutable gracias al libreto, pero
también al aspecto técnico. Con un presu-puesto
sensiblemente menor que el de las
cintas coetáneas estadounidenses, Baudry
logra atrapar a la audiencia con efectos realis-tas
en las secuencias de acción y con un soni-do
ganador del César (reconocimiento francés
equivalente a nuestro Goya).
Premio para una película que gira alrede-dor
del sentido del oído, donde el inescruta-ble
ruido del contacto hostil le acompaña a
«Calcetines» a modo de leitmotiv de la banda
sonora; y donde el paso a modo silencioso del
Formidable coincide con el desvanecimiento
de su imagen entre dos aguas. Ambos son
ejemplos de buenos detalles fílmicos en una
trama que gustará a los que conocen el
mundo de la inteligencia submarina, confir-mando
lo que ya se sabe: lo importante que es
disponer de una librería fiable y actualizada
de firmas acústicas para sacarle todo el
provecho a los sónares pasivos.
En El canto del lobo, por tanto, Baudry
deja entrever un mensaje doble al espectador:
en primer lugar, demuestra con su película
que en su país no solo se realizan filmes de
auteur herederos de la nouvelle vague, sino
que también es capaz de producir largometra-jes
comerciales de calidad. Con el mismo
tono chovinista advierte, en segundo lugar,
que no hay que desdeñar el importante papel
que juega en el concierto internacional el
poder disuasorio de la fuerza submarina fran-cesa.
Un dato: en 2018, Francia era el tercer
país del mundo en número de ojivas nuclea-res,
por detrás de Rusia y Estados Unidos,
pero por delante de China y Gran Bretaña.
Fernando DE CEA VELASCO
CINE CON LA MAR DE FONDO
(Retirado)
778 Mayo