
Junio 2021 Revista Española de Defensa 51
Pepe Díaz
en que la victoria significa libertad respecto del miedo. El segundo es
el frente económico y social en que la victoria significa libertad respecto
de la miseria. Solo la victoria en ambos frentes puede asegurar al
mundo una paz duradera… Ninguna de las disposiciones que puedan
incorporarse en la Carta posibilitará que el Consejo de Seguridad garantice
que el mundo esté libre de guerras, si los hombres y las mujeres
carecen de seguridad en sus hogares y sus empleos».
Y sucedió que efectivamente «la libertad frente al miedo y la libertad
frente a la miseria» fueron finalmente incluidas en la Declaración
Universal de Derechos Humanos de 1948. No obstante, tuvieron
que pasar otros 46 años para que estas ideas entraran a formar parte
del debate que cuestionó la aproximación tradicional a la seguridad
y dieran lugar al nacimiento del nuevo enfoque que conocemos por
Seguridad Humana.
Existen dudas sobre quién acuñó el término. Algunos académicos
sostienen que fue Lincoln Chen del Harvard Center for Population
and Development Studies. Otros afirman que fue el sociólogo y
matemático noruego Johan Galtung. De lo que no hay duda es que
la conexión entre las libertades incluidas en la Declaración Universal
de Derechos Humanos y el término Seguridad Humana se debe al
Informe sobre Desarrollo Humano del Programa de Naciones Unidas
para el Desarrollo (PNUD) de 1994.
En efecto, este informe planteó la necesidad
de alcanzar un nuevo concepto de
Seguridad Humana válido para los siguientes
decenios. El informe se publicó cuando
Naciones Unidas se encontraba inmersa en
la preparación de la Cumbre Mundial sobre
el desarrollo social de 1995, que además
coincidía con el 50º aniversario de Naciones
Unidas, a todas luces una ocasión inmejorable
para hacer balance de los logros alcanzados
en materia de desarrollo y, como no, para definir los objetivos
de futuro. En el fondo lo que planteaba Naciones Unidas era un cambio
de paradigma en el ámbito del desarrollo humano y la seguridad,
pues el saldo de esos primeros 50 años no era todo lo positivo que
cabría esperar.
Durante los años noventa del siglo pasado la Guerra Fría llegó
a su fin y la mayoría de los conflictos que iban surgiendo ya no se
ajustaban al modelo de enfrentamiento abierto entre dos estados soberanos.
En este contexto, el PNUD llegó a la conclusión de que para
la mayoría de las personas, el sentimiento de inseguridad se debía
más a las preocupaciones acerca de la vida cotidiana que al temor
a un cataclismo mundial. En definitiva, la tesis de partida del PNUD
para reorientar el concepto de seguridad, era que no habría paz en el
mundo a menos que los seres humanos tuviesen seguridad en sus
vidas cotidianas. Hoy en día, el COVID-19 ha venido a confirmar esta
tesis de una forma brutal y dramática.
Según el informe de 1994, todas las amenazas contra la seguridad
se pueden agrupar en siete categorías: Seguridad económica,
Seguridad alimentaria, Seguridad en materia de salud, Seguridad ambiental,
Seguridad personal (entendida como seguridad respecto a la
violencia física), Seguridad de la comunidad y Seguridad política. En
cualquier caso, estas siete categorías están fuertemente interconectadas,
algo que la pandemia actual también
ha puesto de relieve, pues la crisis sanitaria
también ha derivado en una fuerte crisis
económica e incluso ha influido en el medio
ambiente, aunque en este caso de una forma
inesperada y positiva como consecuencia de
las restricciones a la movilidad impuestas en
muchas regiones del planeta.
Puede decirse que el informe del PNUD
acertó en su diagnóstico cuando sentenció
Seguridad
significa ser libre
del hambre, la
enfermedad, el
delito y la represión