OPERACIIONES PARACAIIDIISTAS
EL «LUSITANIA» EN LA
DEFENSA DEL SOLIO PONTIFICIO
A finales de 1848 las tropas revolucionarias de
Garibaldi y Mazzini tomaron Roma y pusieron
sitio al Vaticano, regido por el papa Pío IX.
La guardia del Papa era escasa y puramente
decorativa, por lo que el Pontífice decidió llamar
al embajador de España quien le aconsejó su
salida de Roma. El Papa huyó disfrazado de
monje y se refugió en Gaeta, puerto del reino de
Nápoles cercano a Roma, del que era monarca el
rey Fernando, tío carnal de la reina Isabel II.
A los pocos días llegó a Madrid la noticia de
lo sucedido y el general Narváez, presidente
del Gobierno, pidió una reunión urgente de los
embajadores de todas las potencias católicas de
Europa para examinar la situación, pues España
iba a intervenir con las armas para restablecer el
solio de la cristiandad.
La iniciativa tuvo éxito. Austria organizó un
fuerte ejército, Francia envió una división de siete
mil efectivos y España dispuso que el general
Fernando Fernández de Córdoba mandara un
cuerpo expedicionario integrado por el Regimiento
de Caballería «Lusitania»(1), los regimientos
de Infantería «Inmemorial del Rey» y «Reina
Gobernadora», y los batallones de «Cazadores
Sbmy. Máximo Romero (RCPAC «Lusitania» 8)
de Chiclana», «Ciudad Rodrigo», «Las Navas»,
«Baza» y «Simancas», una compañía de
Ingenieros, más dos baterías de montaña.
En Gaeta el papa recibió al general Fernández
de Córdoba y condecoró al cuerpo expedicionario
español con la cinta de color morado de la Orden
Piana, tras lo cual las tropas de Fernández de
Córdoba se pusieron en marcha para establecerse
en Terracina.
Mientras tanto los franceses, bajo el mando del
general Charles Oudinot, habían desembarcado
en Civitavecchia y pusieron sitio a Roma. Tras un
primer intento vano, fueron reforzados y entraron
en la ciudad por la fuerza. Sorprendentemente,
por presiones internacionales, el ejército galo
no desarmó a las huestes de Garibaldi. lo que
permitió que este se retirara de Roma con catorce
o quince mil hombres, acampando a unos 15 km
de la ciudad. Desde allí, proclamó que se disponía
a aplastar a los españoles.
Los escuadrones del «Lusitania» y las demás
unidades españolas, menos de un tercio de las
tropas enemigas, avanzaron al encuentro de
los revolucionarios alcanzando la localidad de
Piperno. Los garibaldinos, viéndolos venir,
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Bendición de las banderas del Ejército español por Pio IX
decidieron marchar a Terni. Las
fuerzas españolas decidieron
perseguirlo pero para ello era
necesario que nuestras tropas
atravesaran la cordillera de
los Montes Sabinos para
enfrentarse al nutrido enemigo.
La empresa se consideró una
proeza, durante cinco jornadas
de marcha forzadas (25 a 30 km
diarios de terreno montañoso),
cruzaron el macizo infantes,
jinetes, artillería y sus mulos, lo
cual significaba un sacrificado
esfuerzo y entrañaba un
alto riesgo, pues la zona era
Imagen: Miguel Ángel Otero/Museo del Romanticismo