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momento y su muerte al precipitarse su globo en la calle Ma-dalena
de Madrid en 1883 fue muy sentida en los periódicos.
Finalizando los años ochenta empiezan a surgir en la
prensa artículos que piden a la aerostación algo más que
el mero espectáculo como el que reproduzco, firmado por
Fernández-Bremón en la revista «La Ilustración Española y
Americana»14 con motivo de la muerte del «capitán» Martínez
Lemmón: «Todo es malo; pero, dentro de su perversidad, es
innegable que esos ejercicios constituyen un arte que apa-siona
y divierte á los aficionados, disculpando en cierto modo
que se busquen esas crueles diversiones. Lo que no está jus-tificado,
porque no produce siquiera esos mal llamados place-res,
es que ayudemos con nuestro dinero y nuestra presencia
a que expongan su vida tantos hombres que se elevan en
globos mal hechos, suspendidos de un trapecio, y que desa-parecen
de nuestra vista en un instante, sin causarnos otro re-gocijo
que la idea de si se estrellará o no el infeliz aeronauta».
Se está comenzando a pedir un nuevo modelo de hombre, el
de final de siglo. Ya no es el que propugnaba Larra en el rege-neracionismo,
ahora no será un líder sino un hombre capaz de
dominar a la naturaleza con el progreso, el que ha inventado el
tren con sus increíbles velocidades, el hombre culto independien-te
deportista que dará lugar a un nuevo periodo de la aerostación
en Madrid, aunque seguirá conviviendo con el aeronauta circen-se.
Cronológicamente podrían reseñarse, en este periodo que
acaba, dos hechos como son la ascensión en globo de la reina
María Cristina y la actividad el parque de atracciones «Los Cam-pos
Elíseos», los cuales se desarrollarán seguidamente.
Hablando de madrid: gas del alumbrado
El 2 de marzo de 1832, con motivo del nacimiento de la infanta
Luisa Fernanda, hija de Fernando VII se encendieron en Ma-drid
100 farolas de gas en las calles que hasta ese momento se
habían iluminado con petróleo y aceite. Seguía Madrid los pasos
iniciados en España por Barcelona, Valencia y Cádiz.
El crecimiento de la demanda de gas, acorde con el in-cremento
del alumbrado, impulsó al Ayuntamiento a ceder
unos terrenos para «La Fábrica de Gas» construida en 1847,
propiedad de la sociedad «La Madrileña para el Alumbrado
y Gas»15. Los terrenos cedidos estaban en el exterior de la
cerca de Carlos IV en que seguía confinada Madrid. Eran
unos descampados cercanos a la puerta de Toledo cuya si-tuación
actual sería el cruce de las calles Ronda de Toledo,
Gasómetro y Acacias, donde actualmente se conserva una
de las chimeneas. En la zona ya estaban instaladas algunas
industrias alejadas de la población puesto que la fabricación
del gas se realizaba por combustión de hulla y resinas. La
fábrica y los terrenos colindantes fueron conocidos por los
madrileños como los Campos del Gasómetro.
Cerca del fin de siglo
Como he señalado antes, los espectáculos con globos
aerostáticos continuaron en el nuevo periodo, incluso
con nuevos y arriesgados ejercicios, globos más grandes, in-cluso
alguno confeccionado con telas fabricadas en España.
Podemos destacar de esta nueva generación de aerosteros
a los «capitanes» Ruíz Budoy, Eduardini, Mr. Enrich, Pastor
Guallar, Nicomedes Ruiz, Juan Ruiz y al madrileño Rosendo
Calvo Quesada que realizaba los ejercicios con anillas colga-das
de la barquilla de su inmenso globo «Fenix» con el que
tuvo numerosos de accidentes.
Pero quiero referirme a otro tipo de aerostación que se
iniciaba en esos momentos. La aerostación científica, militar
y deportiva.
¿Las causas? Muchas, entre las que merece destacar in-formaciones
que llegaban del extranjero referentes a investi-gaciones
científicas realizadas por aerosteros, destacando el
científico francés Camilo Flammarión astrónomo y meteoró-logo
que realizó estudios en sus ascensiones sobre el estado
físico del hidrógeno en las nubes y publicó varios libros so-bre
sus descubrimientos.
Otra causa es la aplicación de mejoras técnicas a los glo-bos,
el espíritu del imparable progreso de la industria cuyo
punto más representativo es la organización de Exposiciones
Universales (en España la de Barcelona de 1888, en Madrid
la Exposición Iberoamericana) y sus consecuencias inmedia-tas,
el nuevo modelo de hombre «sportman» aceptado por la
alta sociedad que lo había conocido en viajes a París u otras
ciudades europeas, siguiendo los pasos que antes recorrió el
deporte del automovilismo y propiciado por nacientes revis-tas
como «Los Deportes» o «Gran Vida» que en uno de sus
artículos señalaba que en España «únicamente hemos consi-derado
los globos como espectáculo»16. Los libros científicos
publicados sobre aerostación la desvisten del ropaje circen-
«Visita a Madrid en un globo» Dibujo publicado en LA ILUSTRACIÓN el
18 de enero de 1851 con la ascención de Goulston y Cliford
Litografía de Madrid desde un globo aerostático, de Alfred G». LA ILUS-TRACIÓN
ESPAÑOLA Y AMERICANA de 8 de febrero de 1878.