aparatos y recorrer en automóvil parte
del trayecto de la tercera etapa. El día
25 de mayo fue especialmente anima-do
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en la bella ciudad de San Sebastián.
Desde muy temprano miles de personas
se situaron en el paseo de la Concha y
en las proximidades del aeródromo. A
las seis de la mañana se disipa la niebla
y da paso a un día despejado y caluro-so.
Los aviadores despegan en orden in-verso
a su clasificación en la prueba y a
las 06:28 minutos despega Gibert, a las
07:13 lo hace Garros y a las 07:16 lo hace
Védrines. Los espectadores donostiarras,
muy atentos a las vicisitudes de la carrera
despiden a los competidores con aplau-sos.
Los concursantes tras recorrer 462
kilómetros debían llegar al aeródromo
que había acondicionado el Real Aero
Club en la mencionada dehesa de San-ta
Quiteria. La referencia más clara en
el itinerario era la línea de ferrocarril que
unía Tolosa (Guipúzcoa) con Madrid. La
etapa era muy dura siendo uno de los
principales obstáculos la travesía de la
Sierra de Guadarrama.
Poco después de iniciar la tercera etapa,
Gibert y Garros sufrieron sendos percan-ces
que les obligaron a abandonar. Gibert,
al poco de despegar fue atacado por un
águila a la que tuvo que espantar a tiros
con un revólver. Una bala dañó al avión, lo
que le llevó a aterrizar en Olazagutia y du-rante
la maniobra volcó. El desafortunado
encuentro con el águila lo comentó Gibert
a varios periodistas que lo recogieron en
sus periódicos. Tras el aterrizaje en Ola-zagutia
entre el asombro de los vecinos,
intentó buscar un mecánico, pero no lo
encontró al ser día festivo. Gibert dejó el
aparato en Olazagutia y se fue en automó-vil
a Vitoria, abandonando la carrera.
Por su parte, a Garros le falló el motor
durante el despegue, que tuvo que retra-sar
unos minutos. Una vez en el aire le
volvió a fallar el motor, teniendo que to-mar
tierra en una carretera (la
actual carretera N-634) cerca
de Usurbil a unos 12 kilóme-tros
de San Sebastián. Según
sus declaraciones chocó con
«un poste conductor de elec-tricidad
» dañando un ala de
su «Blériot XI». Con recam-bios
llegados desde la capital
guipuzcoana pudo repararla
y con conocimiento de los
Sres. Azcona e Irazusta de
la organización de la carrera,
volvió a despegar. Poco des-pués
se tuvo conocimiento
de que Garros había caído en
las proximidades del monte
Leizarán y renunciaba a un
nuevo intento de continuar
en el raid. Garros que había
puesto grandes esperanzas
en esta competición, achacó
su fracaso a deficiencias del
motor.
Védrines, que se había quedado co-mo
único concursante en la carrera,
también sufrió problemas que le hicie-ron
tomar tierra dos veces. La primera
en Quintanapalla, municipio burgalés,
por avería y la otra en el campo de Ga-monal9,
después aeródromo de Villa-fría,
en la ciudad de Burgos. De hecho,
no podía seguir sin hacer unas repara-ciones
que fueron terminadas ese mis-mo
día. Sin embargo, Védrines pensó
en posponer la salida dado que había
amenaza de tormentas en la ruta que
debía seguir y que se estaba aproxi-mando
el ocaso. No se ha encontra-do
referencia a una comunicación del
aviador pidiendo autorización para pos-poner
la salida, pero parece que dado
que era el único concursante que con-tinuaba
en la carrera, se le concedió un
plazo generoso para arreglar la avería.
Lo cierto es que aprovechó el tiempo
para reconocer en coche una parte del
itinerario y comprobar que podía guiar-se
por el trazado de la línea ferroviaria.
Madrid a la espera
La gran atención que la prensa ma-drileña
y la española en general,
habían prestado al desarrollo de la
carrera hizo que la llegada se espera-se
con gran expectación. Pese a que
sólo continuaban en el raid tres parti-cipantes,
debido en gran parte por la
tragedia del día 21 de mayo, los es-pectadores
siguieron atentos el final de
la prueba. El día 25 de mayo se tras-ladaron
por ferrocarril a Getafe miles
de personas, pese a lo temprano de
la hora en que estaba previsto llegase
Védrines. Se estima que unos 40.000
espectadores esperaban el final de la
competición. El rey Alfonso XIII y varios
miembros de su familia llegaron cerca
de las 10:00 de la mañana del día 25
de mayo. También esperaban la llegada
el coronel don Pedro Vives Vich, res-ponsable
de la Aviación militar, y otras
autoridades civiles y militares, así co-mo
miembros del Real Aero Club de
España. Cuando se conoció la retira-da
de Garros y Gibert y poco después
que Védrines había tomado tierra en
Quintanapalla por avería, gran parte del
público siguió esperando a que el Mo-rane
de Védrines se reparase lo antes
posible.
Pasaba el tiempo sin que llegase nin-gún
avión y el coronel don Pedro Vives
ordenó que desde Cuatro Vientos10 sa-liera
hacia Getafe un aeroplano «Henry
Farman» que estaba siendo utilizado
para la formación de los pilotos milita-res
de la primera promoción. El «Henry
Farman» llegó pilotado por el profe-sor
de vuelo Sr. Dufour y llevaba como
tripulante al teniente Eduardo Barrón,
alumno del curso. El aeroplano militar
fue muy bien recibido por el público
que aplaudió calurosamente su llegada
y su despegue tras ser revistado por el
coronel Vives. Como no se conocía si
Védrines iba a llegar el 25 de mayo, la
familia Real y parte del público aban-donó
el lugar. Cuando a las seis de la
tarde se supo que el piloto francés no
saldría de Burgos hasta el día siguiente
se produjo una estampida hacia la es-tación
de tren para regresar a Madrid.
No obstante, algunas personas per-manecieron
en la zona para presenciar
la llegada al día siguiente. Pese al dis-gusto
sufrido, muchos espectadores
regresaron a Getafe al día siguiente.
El avión Bleriot XI de Garros tras el accidente cerca de Usurbil,
25 de mayo de 1911.
Védrines llegando a Getafe, 26 de mayo de 1911.