La fábrica Loring en Las Cambrijas, término municipal de Carabanchel Alto. hacia el otoño de 1925.
Al igual que José Ortiz-Echagüe vio en el concurso de ae-ronaves
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la oportunidad para culminar su aspiración de crear
una industria aeronáutica, que se concretaría en la fundación
de CASA y posteriormente en la firma de un acuerdo de
licencia de fabricación con Breguet, Jorge Loring Martínez
tras sus escarceos en el campo de la construcción aeronáu-tica
dirigió sus pasos en similar dirección. Loring se aproxi-mó
a Fokker y estableció con esa empresa un acuerdo de
licencia para la fabricación del C.IV al parecer hacia febrero
de 1923, por lo que se habría anticipado al acuerdo entre
Breguet y CASA. Es posible que en esa decisión tuviera algu-na
influencia la sorprendente real orden de finales de 1922,
muy posterior por tanto a la convocatoria del concurso, que
autorizaba la compra de aviones Breguet y Fokker entre
otros10. Por la fecha Loring no podía saber qué avión sería el
vencedor, y por ello el acuerdo de licencia era más un brindis
al Sol que otra cosa. ¿Tal vez lo firmado con Fokker tenía
como condición sine qua non para su entrada en vigor que
hubiera de por medio un contrato de la Aeronáutica Militar?
Sea como fuere Loring tenía en mente un segundo pro-yecto
de importancia ligado de hecho a la creación de una
industria aeronáutica, cual era obtener la concesión de una
escuela de pilotos de acuerdo con el concurso que se había
convocado en noviembre de 192211.
Como consecuencia del Real Decreto de julio de 1921
acerca del establecimiento de la línea postal aérea Sevi-lla-
Larache12, el 1 de agosto de 1921 la Dirección General
de Correos firmó con Talleres Hereter, SA, cuyo director
técnico era Jorge Loring, la correspondiente concesión. Fue
un contrato precedido de polémica, porque según parece la
comisión técnica establecida para decidir la compañía con-cesionaria
se había decantado por la oferta de la Compañía
Española de Transportes Aéreos presidida por Manuel Aznar,
pero esta elección fue descartada en el Ministerio de la Go-bernación
en beneficio de la oferta de Talleres Hereter, SA,
entre otras cosas por la «dependencia francesa» de aquella.
Sin embargo Talleres Hereter, S.A., estaba en quiebra; en
abril precedente se había visto en la necesidad de vender
sus principales propiedades a la Aeronáutica Naval. Por ello
Loring, con el fin de salvar la concesión, movió sus fichas pa-ra
fundar una empresa que la subrogara, y así nació la Com-pañía
Española de Tráfico Aéreo, CETA, escriturada en junio
de 1921 en Madrid13, en cuyo nombre estableció en su mo-mento
la oferta para crear la escuela de pilotos a la que as-piraba.
En marzo de 1922 la CETA recibió la autorización del
Ministerio de Fomento para operar la línea Sevilla-Larache14.
Loring consiguió que Eduardo Barrón, a quien conocía desde
años atrás, aceptara convertirse en el director técnico de la
CETA. Ello no pudo ser de inmediato, fundamentalmente por
las consecuencias a nivel militar del desastre de Annual, pero
una vez que le fue concedida la situación de supernumerario
Barrón pudo incorporarse de pleno a su puesto en la CETA a
partir del 1 de enero de 1923.
Conseguida la colaboración de Eduardo Barrón se daban
ya las condiciones que Loring consideró necesarias para
poner en marcha sus propósitos. Y lo hizo apostando fuer-te
y aceptando un gran riesgo. La prensa especializada de
la época indicaba tiempo después que fue a comienzos de
1924 cuando adquirió en Carabanchel Alto una extensión de
terreno de 120 hectáreas lindante con el Aeródromo de Cua-tro
Vientos, para proceder en ella a la construcción de una
fábrica de 6.500 m² de superficie cubierta y un aeródromo.
La realidad es que Loring había comenzado la construcción
de su fábrica en el verano de 1923, en unos terrenos enton-ces
arrendados en Las Cambrijas, ubicados al oeste-suroes-te
del término municipal de Carabanchel Alto entre este y el
aeródromo –que adquiriría en 1924, en efecto–, sin tener el
respaldo económico de unos contratos que justificaran una
inversión que se valoró en 1.275.000 pta. en su momento15.
Las dimensiones del campo de vuelo una vez completamen-te
establecida la fábrica, resultaron ser de 1.080 x 630 m, es
decir, 680.400 m² (68,04 hectáreas).
En octubre de 1923 la Gaceta de Madrid publicó un real
decreto donde se autorizó la compra de una veintena de
aviones Fokker C.IV, que forzosamente deberían ser cons-truidos
por Loring como poseedor de la licencia, pero con
una peculiaridad, cual era que la adquisición se realizaría sin
motor porque este lo suministraría a posteriori la Aeronáu-tica
Militar16. Por una afortunada coincidencia en la misma
edición de la Gaceta de Madrid una real orden circular adju-dicaba
una escuela de pilotos a la CETA17. En un solo día la
arriesgada apuesta de Jorge Loring había ganado por partida
doble. La escuela de pilotos de la CETA se puso en marcha
en los primeros meses de 1924 y funcionó hasta diciembre
de 192618.
Loring adopta el concepto estructural Fokker
La fábrica Loring de Carabanchel tendría que acoger de
manera simultánea las actividades de producción de
aviones y de enseñanza de pilotos, que comenzaron en
cuanto se dispuso de las instalaciones mínimas necesarias.
Eduardo Barrón tomó a su cargo desde el principio la di-rección
de la factoría y la jefatura de diseño. Tanto él como
Jorge Loring se propusieron ejercer una loable españoliza-ción
de la producción de aeronaves, y así se describió en las
páginas de España Automóvil y Aeronáutica19:
«Las maderas utilizadas para la construcción de las
armaduras de las alas se fabrican en estos talleres con
haya y pino del país, convenientemente ensambladas.
... Los aceros, por ejemplo, son suministrados por
la fábrica que la sociedad Española de Construccio-nes
Babcock & Wilcox posee en Galindo (Vizcaya). ...
Incluso los tornillos son construidos en los mismos
talleres. ... La mayor parte de las máquinas herramien-tas
utilizadas son de construcción española, lo que
demuestra que se producen muy buenos útiles para
poder fabricar perfectamente productos que compiten
y superan en calidad a los mejores del extranjero. ...
Todos los operarios y demás empleados que trabajan
en la fábrica Loring son españoles, componiendo un
número total de 250».