450 ANIVERSARIO DE LA BATALLA NAVAL DE LEPANTO
veneciano Sebastián Veniero se enfrentaran a los del turco Siroco, los de
Andrea Doria con los de Uluch Alí y los de los comandantes de ambas flotas
entre sí. Juan de Austria era consciente de que entre la última galera de Venie-ro
por la izquierda y la costa quedaba un hueco demasiado grande por cubrir,
por donde probablemente los musulmanes tratarían de envolver a los cristia-nos,
así pues una de las claves de la batalla descansaba en el dispositivo tácti-co
que escogiera Veniero, teniendo en cuenta que había algunas diferencias
entre los diferentes tipos de barco, siendo los más poderosos las galeazas,
dotadas de 350 remeros, unos 300 infantes y la artillería pesada, mientras que
entre galeras había que distinguir entre las simples (la mayoría) y las de
mando, las primeras dotadas de 144 remos y las segundas de entre 168 y 350
en función de la autoridad embarcada. De las 210 unidades con que contaba la
Santa Liga, seis eran galeazas, 24 galeras de mando y 180 galeras ordinarias.
Las galeazas eran fortalezas flotantes de gran poder artillero. Con cerca de
quinientos metros de alcance resultaban muy destructivas en los prolegóme-nos
del combate, pero su poder se diluía cuando las flotas se mezclaban debi-do
a su escasa velocidad, su poca capacidad de maniobra y al hecho de que
una vez establecidas las correspondientes melés no podían discriminar en su
fuego las unidades amigas de las enemigas. Por esta razón el peso de la batalla
recayó sobre la infantería a bordo de las galeras y ese factor sí que fue deter-minante
en la victoria, debido al uso de los arcabuces contra las flechas turcas,
pues en las filas otomanas solo contaban con el arcabuz como arma reglamen-taria
los jenízaros embarcados y no el resto de combatientes.
Conforme las fuerzas se acercaban el planteamiento del combate iba
quedando cada vez más claro. En el ala derecha turca Mohamed Siroco había
dispuesto sus mejores unidades en el extremo más cercano a la costa con idea
de envolver a los cristianos, pero Veniero había previsto tal coyuntura y en el
límite izquierdo de su fuerza navegaba su propia galera de mando junto a una
sección compuesta por dos galeazas y sus galeras mejor armadas al mando del
almirante Agostino Barbarigo. Parecía claro que buena parte de lo que fuera a
suceder en la batalla dependería de ese choque. Por su parte, Juan de Austria
tampoco escondía sus intenciones, pues, además de colocar dos galeazas en
vanguardia para producir el mayor destrozo en las líneas enemigas antes del
choque, dispuso sus poderosas 14 galeras de mando en el centro, a proa de la
formación, siguiendo aguas a las galeazas, para, aprovechando la confusión y
destrozos producidos por estas con su artillería, adelantarlas disimuladas entre
el humo para penetrar como un ariete por el centro de la escuadra de vanguar-dia
otomana con idea de, una vez superadas las líneas enemigas, envolverlas a
derecha e izquierda la mitad de los barcos por cada banda. Sorprende el pare-cido
de esta táctica con la que empleó tan exitosamente en Trafalgar el
binomio Nelson-Collingwood, haciendo buena aquella frase que destacaba en
una de las aulas de la Escuela Naval Militar: «Europa aprendió a navegar
en libros españoles».
356 Agosto-septiembre