5
En ese contradictorio ambiente de
los años setenta del siglo pasado se
elaboraron las Reales Ordenanzas de
las Fuerzas Armadas (ROFAS), que
se aprobaron en 1978. Dichas Reales
Ordenanzas responden al modelo
institucional que ha sido propio de
las Fuerzas Armadas españolas legitimado
en términos de valores y normas
que se manifiestan en lemas tales
como deber, honor, valor o patria.
Se basa en la disciplina y en una identidad
casi total con la organización
militar a la que pertenece.
En el año 1987, el general Alonso Baquer,
en su artículo «Tres modelos de
integración: institucional, ocupacional,
híbrido» (Boletín de Información
del CESEDEN, n.º 199), expresaba
que la teoría del cambio de modelo
institucional a favor del modelo ocupacional
tan característico de EE. UU.
y sus aliados más importantes, en España
todavía no había pasado de la
fase de despegue. De hecho, en la actualidad
existen muchos recelos ante
dicho cambio en el entorno de nuestros
socios y aliados.
Las vigentes ROFAS de 2009 siguen
las mismas pautas que las de 1978, en
el sentido de que las dos se decantan
por el modelo institucional frente al
modelo ocupacional. Me baso, fundamentalmente,
en dos concepciones
que ambas comparten. La primera
se refiere a su apuesta por las virtudes
como credo principal de nuestra
profesión. Las dos versiones de las
ROFAS manifiestan que deben servir
de guía a todos los militares para fomentar
y exigir el exacto cumplimiento
del deber, inspirado en el amor a
España y en el honor, la disciplina y
el valor. La segunda está en intima
conexión con los valores tradicionales
de la institución. Constituyen un
hito en la reforma de las Fuerzas Armadas
para, manteniendo los valores
tradicionales que les son intrínsecos,
adaptarse a la nueva realidad de la sociedad
española y a su integración en
el marco internacional de referencia.
Los integrantes de las Fuerzas Armadas
se sienten herederos de la tradición
militar española al cumplir con
exactitud sus deberes y obligaciones
impulsadas por el sentimiento del honor,
y ajustan su comportamiento a la
disciplina, jerarquía y unidad características
de las Fuerzas Armadas.
En definitiva, la profesión militar tiene
una vocación de servicio a España
y a sus ciudadanos, que encierra
una actitud ante la vida dirigida hacia
los demás antes que a uno mismo. Se
asienta en una ética entendida como
el resultado de la coherencia entre valores,
principios y virtudes, que rigen
la conducta del militar en una sociedad
donde la entrega de su vida y el
ideal de patria como patrimonio propio,
como espacio de convivencia e
ilusión compartida, ocupan un lugar
central.
Con esto no quiero decir, ni mucho
menos, que la adquisición de conocimientos
científicos y técnicos no sea
totalmente necesaria, como la historia
nos ha demostrado repetidamente.
Solo expreso mi preocupación,
precisamente en unos momentos en
que existe en la sociedad española
cierto alejamiento de los valores que
han sido fundamentales en nuestra
civilización occidental, de que no se
traten debidamente, especialmente
en los niveles de enseñanza de formación,
los valores y virtudes de nuestros
soldados.
Uno de los compromisos más relevantes
del hombre de armas es el
de la entrega de su vida, si ello fuera
necesario, en el cumplimiento de la
misión en defensa de la patria. Este
pacto personal no es un tema menor,
porque supone el más alto sacrificio
que se puede hacer en beneficio de
todos los ciudadanos que no tiene
parangón en ninguna otra profesión.
Constituye una de las más importantes
singularidades de la profesión militar,
que la cataloga como profesión
única.
En la enseñanza de formación es preciso
evitar que a la milicia se la considere
como una especie de funcionariado.
El oficio militar no tiene nada
que ver con el modelo ocupacional
antes citado (por lo que es muy importante
mantener el grado de cohesión
interna en el seno de las Fuerzas Armadas).
Impregnar en esta etapa de
la juventud el espíritu militar, el ambiente
de recogimiento y austeridad
castrense junto a la convivencia en
una liturgia de valores y virtudes profesionales
debe ser una premisa fundamental
que tener en cuenta en este
nivel de enseñanza.
La formación en valores y virtudes
como compendio de los principios
éticos y reglas de comportamiento
del militar español conforman un código
deontológico, condensado en
las ROFAS, que es preciso poner en
conocimiento de todo aquel que ingresa
en la milicia, con objeto de que
esté preparado para afrontar con valor,
abnegación y espíritu de servicio
situaciones de combate (la principal
función del hombre de armas), cualesquiera
que sean las misiones de
las Fuerzas Armadas que deba desempeñar.
En esta situación actual de incertidumbre,
volatilidad e inestabilidad,
puede ser un momento muy oportuno
para reafirmar que el militar español
continúa inclinándose por el modelo
institucional, sustentado en los
principios básicos del amor a la patria,
la obediencia al mando, el culto
al honor, el valor frente al enemigo y
la disciplina.
Y también conviene manifestar claramente
que una de las principales fortalezas
de esta posición tiene como
apoyatura la plena voluntad y capacidad
de la comunidad castrense para
sintetizar lo consuetudinario y tradicional
con el espíritu innovador que
debe impregnar el cambio de mentalidad
de sus integrantes. Su bondad
debería descansar tanto en su
vocación de permanencia como en
su continua adaptación a los requerimientos
y necesidades de los nuevos
tiempos.
En definitiva, una educación sólida
en valores, principios y virtudes que
engrandecen y dan brillo a nuestra
historia es consustancial con la
profesión militar y debe constituir
el objetivo primordial en la enseñanza
militar de formación, con independencia
de los necesarios conocimientos
científicos y técnicos.
Se considera de importancia capital
que tanto los mandos militares
como las autoridades políticas sean
sensibles a estos requisitos ineludibles
del oficio militar con objeto de
que las Fuerzas Armadas alcancen
el grado de eficacia y eficiencia adecuado
en cuantas misiones les sean
encomendadas en beneficio del
prestigio que España y nuestra sociedad
se merecen.■